...del ayer.
Érase una vez un cielo encantado. En el cual habitaba un árbol dorado. Bajo su luz brillaban las estelas del viento. Y al caer la lluvia cantaba el río contento.
Cuenta la magia que nutre la infancia que cuando serena la luna soñó el amor perfecto: la vida nació.
Un amor vívido que sí fue vivido siempre luce en contraste con el gran tesoro de la amistad. En donde el olvido y la memoria se sellan sin dolor. La perfecta dimensión de la vida nacida es la comprensión del infinito amor. Sin amor la existencia evapora como niebla con prisa de alcanzar el mar. Pero el mar es el hijo predilecto de la vida. En donde sin amor no se puede albergar.
Es así como este inmenso árbol dorado guarda dentro de sí todos sus secretos. Tan sólo por amor.
Y tú... ¿amas los árboles de viento, río y mar?