domingo, 1 de septiembre de 2013

nacer y morir

Vivir es alumbrar nuestros nacimientos y morir ante nuestras resoluciones. Cada certeza de una meta cumplida abraza la incertidumbre de los nuevos caminos abiertos, gracias al espacio vacío de poder comprometernos con nuevas metas, una vez resuelta aquella que nos ocupaba. Quizá por ello, consecutivamente, planeamos un paso después de otro, dejando casi imperceptible esta certeza del final, abrazándonos a la certidumbre de nuestro rumbo con base en direcciones precisas y acotadas. Quizá por ello, nos gusta ocuparnos y estar ocupados, para no habitar ni por un segundo el vacío de todo final. Sin dejarnos reposar por un instante en el encanto de un sueño profundo que sana nuestro esfuerzo y regenera nuestros tejidos. Es preciso detenernos brevemente y descansar, para atravesar con fuerza el paso a nuestras nuevas resoluciones. Dar tiempo a nuestro ethos para reconfigurarse una vez vuelto a nacer. Nacer y morir en reconciliación profunda con nuestro pasado, nuestro presente y los anhelos que nutren nuestro futuro.

Este mes termino mi tesis. Confieso que he pasado desde el propio encantamiento hasta la profunda duda de mis resultados. No podemos ser juez y parte de nuestros procesos creativos, hay un punto en donde, por muy satisfechos que nos sintamos y por mucho que nos guste el logro de nuestro esfuerzo, debemos soltar nuestras obras y dejar que sean manos de otros quienes logren hacerlas realidad. Nos brinden la mirada justa del observador externo, aquel que no podemos ser nosotros mismos, la persona fuera de nosotros que, al leer nuestras letras, nos dirá qué se logra entender, cómo se entiende, si está bien, si está mal, qué le falta y qué le gusta tal y como está escrito, qué pudo ser distinto, qué puede decirse después. Aquella voz que te interroga desde un punto de vista que no conocemos, desde su propio punto de vista. En este diálogo se finca todo proceso de conocimiento que aspire a tocar, aunque sea por instante, la verdad...

Me siento muy agradecida por estar en este proceso. Por poder gozarme a través de mis letras y por la incertidumbre ante las expectativas de esta otra mirada y ante la caricia de nuevas metas por llegar. Hace un mes me interrogaba sobre esto que será ser "doctora". Y lo pongo entre comillas porque es un un enigma para mí. Hace veinte años no pude imaginar estar aquí sentada, mirando el bosque, escuchando un poco de Fito, lista para concluir el último capítulo de mi tesis y deleitarme con redactar las conclusiones con la fluidez de un recorrido cumplido. Supongo que para cada quien es una experiencia diferente. Es extraño sentir que estás cerca de convertirte en alguien que siempre has visto lejano, con respeto y admiración, como alguien inalcanzable, alguien "docto". Es inimaginable para mí qué es aquello que cambia dentro de uno que lo hace merecedor de tal honor. Siento que es algo que se nutre con el tiempo y que no basta este primer paso para empoderarse por completo de este nuevo título. Hay personas que consideran que es solo un adorno o una formalidad. Pero creo que no. Creo que es una definición distintiva de quién somos y de nuestro carácter. Es un símbolo de nuestra huella de vida. Es el reflejo de los acotados conocimientos que hemos podido alcanzar, bajo el signo propio de nuestra única mirada. Es la posibilidad de regalar algo de nosotros para dialogar con quienes comparten nuestros mismos intereses y han hecho sus propios recorridos. Es leernos desde el último eslabón de un largo camino y descubrir quiénes somos y cómo hemos crecido. Es sentirnos listos para entregarnos a la vida de otra manera, despedirnos de nuestros años de estudio y aprender a ocuparnos y ocupar nuestro tiempo de una nueva forma: aún desconocida e inexplorada. Dejar de cargar con la tensión de estar siempre en el proceso de una nueva tarea académica. Es llegar a puerto seguro y de pronto sentir que vuelves a empezar a caminar, que vuelves a ser tú mismo, a partir de la persona que decidiste construir con tu esfuerzo de vida. Vendrán nuevas tensiones y nuevos compromisos por cumplir, pero se antoja el futuro como un vuelo ligero que al fin puede libre vivir. Es estar listo para recibir a manos llenas tus propios frutos y ser generoso con todo lo que se ha engendrado dentro de ti. Son días de orgullo y de paz. Son días de dar. Estoy feliz.

Creo que ser doctora es saber que elegiste un camino para formar tu espíritu, yo nací filósofa, crecí maestra en políticas públicas y me abrazo con un doctorado en bioética que late con un corazón colmado de derechos humanos. Quiero escribir mi vida en 40 libros y uno más... Quiero vivir, ser madre, trabajar con mis propias manos el pan nuestro de cada día y nunca olvidar las cosas que de verdad valen la pena. Quiero amar. Sueño con que el mundo puede ser vivido como un lugar de paz. Y en Dios confío para poder regalar algo de mí para que esto sea posible. Sueño con volver a tener un empleo y realizarme plenamente a través de él, saldar mis deudas, ser un apoyo para mis seres queridos, ahorrar y poder tener fe en el futuro. En los azares de la competencia laboral confío para verme crecer profesionalmente. Quiero casarme y construir un bello matrimonio, en mi corazón confío. 


Y tú... ¿abrazas los frutos de tu espíritu?

FELIZ SEPTIEMBRE
y lleno de magia de tortuga.




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