sábado, 29 de abril de 2017

expectativas...

y sueños...

Ya casi termina abril y 2017 no se asemeja a lo que prometía. Es difícil compararlo con el suspiro de buenos deseos con que enero nos regaló un abrazo de sol. Porque, normalmente, las cosas suelen salir mejor de lo que imaginamos, aun cuando, en el camino, enfrentemos disgustos o tristezas inesperadas. 

Debemos confiar en los acontecimientos, sin resignación, más bien con reconciliación. Sin dejarnos arrasar por ellos con inercia. Los infortunios y  las decepciones son momentos para tomar las riendas de nuestra vida. Para despertar y levantarnos. Para atrevernos y despojarnos de las dudas que nos separan de nuestro destino feliz.

A veces, es difícil conciliar lo lejos que parece estar el rincón secreto de nuestras ilusiones. De pronto, no comprendemos por qué la persona que nos gusta no nos mira del modo que nosotros la miramos. O por qué nuestros planes no se cumplen del modo que esperábamos. Son tantos gestos los que no podemos explicar cuando se trata de acercarnos a otros seres humanos, que la solución no es algo que debamos buscar fuera de nosotros. Solo la voz de nuestro corazón podrá descifrar tales caminos, sin esperar nada más que la dicha de un día despertar y descubrir al ser amado a nuestro lado.

Habrá quienes subestiman la importancia de tener un compañero o compañera de vida. Sin importar cuántos afectos nos conformen, proyectos o compromisos, el lugar de nuestra alma gemela, por fugaz que ésta sea, es único e irremplazable. Con fugaz me refiero a que muy probablemente la mayoría de nosotros tenemos más de un alma con quien nos correspondamos. De ahí que se nos dificulte tanto distinguirla, o que confundamos el objeto de nuestro deseo con frecuencia. 

Una tarea importante para vivir plenamente es no dudar cuando aparece ante nosotros un ser capaz de conmovernos e invitarnos a descubrirnos a través de sus ojos. En ese momento no se trata de buenas razones, de motivos convenientes, de beneficio alguno, tampoco de convencionalismos o convenios sociales, se trata solamente de escuchar la verdad que nos habita y arriesgarnos tras el acto libre de amar. No hay una circunstancia adecuada para encontrar el amor... el amor es su propio lugar y siempre se hace presente en el tiempo indicado. Es al contrario, todos nuestros otros tiempos de vida deben volver a sincronizarse bajo esta nueva coordenada; y no es justo sentirnos culpables por ello. El amor merece más de nosotros. El amor no espera... solo vibra intensamente en el presente. No es un acto calculador... solo se entrega. El amor es nuestra vocación de vida. Es una prioridad para nuestro bienestar. Y más que una necesidad, es el aliento vital que nos alimenta de certezas para cultivar esperanzas y sembrar obras. 

Hay encuentros y presencias que acarician el amor, llegan para partir o no terminan de llegar cuando ya se han ido. Estas brisas de mar que nos sorprenden en el camino son las señales de nuestro corazón abriéndose poco a poco a la posibilidad de recibir a otro ser humano en nuestra vida, para compartir. Estos breves alientos no alcanzan si quiera a enamorarnos. Nos entusiasman, nos motivan, nos alegran... nos despiertan, nos apasionan y nos despiertan. De estos mágicos encuentros suelen nacer las más grandes y bellas amistades. Hay amores que se cumplen pero que también nacen con fecha de caducidad... amores que llegan para vivirse intensamente y para enseñarnos algo valioso... por lo que es grato dejarlos ir cuando el tiempo se ha cumplido y abrazar en nuestra memoria las dichas de haber tenido la oportunidad de crecer junto a otro corazón por un instante. Y hay ése ser que llega para siempre. El rostro que se cifra del otro lado de nuestra moneda. Nuestra otra mitad. Nuestro complemento. Nuestro destino. Esa persona que no duda ante nosotros y que, una vez que se descubre en nuestro abrazo, decide no soltar nuestra mano jamás. A quien elegimos sin haberlo decidido realmente. De quien no querremos jamás separarnos. Con quien estamos seguros y nos sentimos libres de ser la persona que queremos ser. Sin restricciones.

¿Cómo distinguir este encuentro milagroso? ... sin miedo. Sin excusas ni postergaciones. Sin mentiras. Sin barreras que nos protejan, sin pretextos que nos justifiquen. Es un acto de rendición ante nosotros mismos. Y al mismo tiempo, el mayor triunfo de nuestra alma.

Por eso... si acudimos a alguien y esa persona no responde a nuestro llamado... solo podemos sentirnos agradecidos. Porque la persona que quiera conocernos de verdad y estar cerca de nuestra vida: acudirá, responderá y nos llamará... y cuando esto ocurra, no debemos estar distraídos con las ilusiones y fantasías que nos suscitan quienes no están interesados en pasar su tiempo a nuestro lado. No vale la pena ocupar nuestros espacios vacíos con falsas realidades... hay que tener el valor de conservar esos espacios para seres verdaderos. Y conservar siempre inmensa fe en que hay una buena razón para estar en la circunstancia en que nos encontramos... porque es así como se van construyendo las sorpresas que el futuro guarda para nosotros. Mientras tanto... cantar y sonreír a cada paso que damos... 


Y tú... ¿te atreves a despertar al amor verdadero?




Fuerte abrazo 
lleno de magia de tortuga...


No hay comentarios: