domingo, 20 de septiembre de 2009

sencillez

Pocas cosas son tan reconfortantes como un bien dormir, algo tan sencillo pero que no siempre se logra. Quien conozca el torturante insomnio, las arduas jornadas que no permiten pegar las pestañas más que lo indispensable, esa sensación por la mañana en los días en que se acumulan las labores y las responsabilidades... quien alguna vez haya tenido que salir de casa sin haber podido conciliar ni una hora de sueño de corrido... sabe a qué me refiero... cuando digo que poder sumar las 8 horas de sueño reglamentarias para una sana disposición mental y corporal ante la vigilia es una bendición.

Detalles tan simples como recibir amor... y declarar tus sentimientos más profundos con un breve gesto... pueden paralizarnos por completo, incluso desatar extrañísimos mecanismos de defensa... como esquivar un gesto de ternura, sentir una burla ante una bella sonrisa enamorada o arrebatar la rosa apenas entregada... y es que hay un instante en el encuentro amoroso en que sentirnos totalmente desnudos sentimentalmente y vulnerables emocionalmente nos despierta incluso enojo... ante el temor de reconocer sin simulacros lo que sentimos, ante el terror de ser heridos, de revivir todas y cada una de nuestras pérdidas, ante la angustia de saber que toda felicidad se acompaña también de esfuerzos y tristezas. Y es, entonces, cuando una sencilla pausa puede darnos la valentía y la mirada en perspectiva que nos libre de ahogarnos en nuestro encegecido miedo de ser... una sencilla pausa de música.

Mi hábitat se agranda hasta el punto de acompañarse de un lugar vacío: ¿cómo estando todo bien, estando yo entera, en medio del placer de atardecer de un bosque traslúcido, un extraño aburrimiento me abraza? Aun estando ocupada, con ánimos de hacer cosas o sin ganas de más que descansar un poco, un aburrimiento de mí...aparece... un fuerte deseo de dialogar y bailar a un ritmo diferente que el mío propio... una suave añoranza de despertar y un simple desayuno compartir.

Al preguntarle sobre estos asuntos a la tortuga mágica... ella, como siempre, sonrió y me contó al oído: el secreto de la sencillez es que se suma de partes y para que el mágico momento de lo simple ocurra, al unísono, debe ocurrir un sin fin de instantes... de ahí su complejidad y la dificultad humana, que todo lo mediatiza, para detenerse en lo importante: el sencillo latir de la vida... invisible a la palabra e imperceptible a la razón.


Y tú ¿sabes cuál es la magia de un instante?

Buena semana amigas tortugas...


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