lunes, 16 de agosto de 2010

de enfermedades y algo más...

Hace tiempo que no tenía que esperar tanto para sanar, llegó agosto lleno de la paz que me regaló julio y, sin embargo, me sorprendió enfermándome. 

El problema con las enfermedades virales es que nada puedes hacer para acelerar tu sanación y sólo puedes cuidarte, descansar y meditar mucho. Es en estos espacios, en los que revaloras lo que has logrado y te reencuentras con tu interior, sin nada que te interrumpa, pues no hay nada más que hacer que esperar.

Y el tiempo de la espera es un tiempo grato, siempre y cuando no te gane la impaciencia. Ésta es la ventaja de llegar a cierta edad: pocas cosas logran realmente impacientarte. El tiempo de la convalecencia es también un tiempo de reconciliación y perdón. Es luz que te acompaña, alumbra los nuevos caminos y te llena de calma para retomar fuerzas y regresar al mundo: ya renovado. Es miedo ante la vida y terror ante la muerte. Es sonrisa que acompaña, al saberte cobijado. Es certeza de consuelo. Es paz.

Son días en que, al no poder valerte por ti mismo, te entregas a los cuidados y a la ayuda. E interiorizas tu ser humano demasiado humano. Frágil, vulnerable, simple y común. 

Días en que el sueño no se acompaña del descanso que necesitas y que el descanso no se acompaña del excedente de la pereza, tu cuerpo todo tiene un solo fin: sanar; y eso lo tiene exhausto, mientras duermes y mientras estás despierto. 

Todo se detiene y debes soltar todo lo que te detiene, armonizarte con lo que tu cuerpo necesita y fluir con la armonía del tiempo, pues siempre hay razones más sublimes para todo nuestro acontecer e, incluso, los impedimentos devienen bendiciones de vida.


Y tú ... ¿cómo esperas sanar?


Les dejo un abrazo "influenciado" lleno de magia y paz de tortuga.



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