miércoles, 25 de agosto de 2010

violencia

y decepción.

Había una sirena de fuego que vivía enamorada de un hombre valiente. ¿Por qué lo amaba?  preguntó un día la princesa de mar. La sirena respondió: porque él me conquistó.

Pasaron muchos meses y esta sirena latía al ritmo de cada encuentro que tuvo con su amado, le palpitaba el corazón al escuchar su voz, el ansia devoraba su furia en la espera de sus besos y cada día lo amaba un poco más. Así, se llenaba de ilusión sólo del futuro pensar.

Volvió a encontrarse con la princesa de mar, en medio de la lluvia en una noche de luna y, esta vez, le preguntó ¿por qué no estás con él? La sirena respondió: porque él no me quiere a su lado. ¿Cómo es eso? replicó la princesa. Así, dijo la sirena, simplemente así.

La sirena de fuego apagó su llama y aprendió a guardar su amor, sin estorbar más al hombre valiente que la conquistó para descubrir al hombre amigo que la violentó. Comprendió, entonces, que él no la amaba. Y cansada de holas sin respuesta, de no poder verlo a la cara, de no encontrar más sus ojos, de no compartir ni coincidir, de nada poderle ofrecer, de no ser parte de él en ningún espacio de la vida, exhausta de preguntarse con quién estaba él cada día, cada noche, cada mañana, a quién le regalaba él su sonrisa, con quién compartía él sus preocupaciones, para quién era que él se embellecía y guardaba todos sus encantos... en definitiva, colmada de sola estar... y triste de sin ser correspondida amar... simplemente lo dejó de molestar. Finalmente, él no lo habría de notar.


Y tú ... ¿de qué te cansas al amar?

Buen día y felices noches de lluvia queridas tortugas...



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