Al cabo de unos días, estrella, ballena y tortuga... resolvieron compartir las veces en que cada una de ellas dejó su fortuna pasar.
La bella y joven estrella de mar pensó en el ángel de los cabellos rizados... él la invitó a bailar, a cantar y abrazó con fuerza y amor su corazón. Sin embargo, ella no estaba lista para tomar su mano.
La hermosa y madura ballena suspiró profundo... pensando en cuando la armonía de su ser recobró la salud y todos los caminos se abrieron a su paso... pues quizá tuvo frente a sí su vida soñada y confundió su rostro en un falso ser: sólo por temor.
La dulce y paciente tortuga sintió una nueva vejez... recordó rostros lejanos que pudieron llegar a acompañarla... sin embargo, en ninguno lograba identificarse plenamente; como si algo dentro de sí supiera que su fortuna aún no había llegado. Siempre bailó, cantó y abrazó llena de vida y, sin embargo, nadie la había guardado.
Entonces, el pulpo paró por primera vez su música y respondió:
Querida estrella: no tengas nostalgia que conmigo bailarás.
Amada ballena: no tengas reproches que junto a mí renacerás.
Amiga tortuga: no tengas dudas que yo soy quien te conservará.
Así... el mar volvió a cantar.
Hasta mañana!
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