lunes, 6 de julio de 2015

volvieron las mariposas blancas...

quienes, como ángeles, anuncian buenos presagios y la llegada del encuentro de amor.


A diferencia de las mariposas negras, tan espeluznantes como las muertes que anuncian. A mayor tamaño, mayor y más cercana la pérdida. El lugar donde se nos dejan mirar, se relaciona con el lugar que ocupan en nuestro corazón o con el lugar al que nos convoca su presencia. La tesitura de su color nos muestra el alma de quien partirá. Y solo las vidas más viejas y más puras en su justa despedida anuncian su partida con mariposas miniatura casi transparentes. Eso nos da noticia de una muerte en paz. Las otras, en cambio, anuncian, casi siempre, trágicas e injustas muertes. Son el presagio de eventos devastadores que, solo a veces, ahuyentándolas y aplastándolas logramos revertir y reducir a un efecto menor. Presentir la muerte es un don poco deseable. Pues...se trata de circunstancias irreversibles. Mi cuerpo puede sentir acontecimientos de manera incomprensible, entre ellos, la antesala de la partida a través de un agotamiento físico y moral impronunciable. Del mismo modo, manifiesta las enfermedades que padecen otras personas; y acaricio la esperanza de que es una manera de colaborar con su cura. Por eso es tan importante el cúmulo de energías que albergamos a través de todas las personas con las que nos relacionamos, pues éstas nos involucran mucho más de lo que podemos explicar. Simplemente pasa. Nos une la sangre más allá de cualquier distancia. Y el cariño solidario es más profundo en las dimensiones espirituales. La marca de las vidas que amamos son una huella de identidad que trastoca las fronteras de la presencia y del presente. Así también, algunos nacimientos se me anuncian, insospechadamente. Quiénes y por qué, al igual que en el caso de las muertes, sigue siendo uno de los tantos misterios que me ofrecen mis dones. Todavía no descubro si sentir tanto tiene algún otro propósito que el de la empatía. O si implica algún tipo de dominio que aún desconozco. Sólo sé...que con anticipación o sin ella, la pérdida de un ser querido siempre es una gran conmoción. 

Hace poco perdí la presencia de un gran maestro, José Ignacio Palencia, un ejemplo de excepción por su dedicación y compromiso, su plena vocación tanto espiritual como libertaria encarnó en sus enseñanzas mentes más lúcidas, fue alguien que hizo la diferencia en mi formación filosófica y en mi vida. Un verdadero mentor. Sé que ahora está más cerca de mí y que habita un lugar en mi corazón, pero no por ello, experimento menos tristeza. Pues quienes se marchan se llevan consigo una parte nuestra, ese rostro que sólo ellos vieron y el correlato que sólo con ellos compartimos. Se llevan una parte de nuestra historia, tanto como un tramo de nuestro futuro, interrumpido ante su ausencia. Meses antes murió mi tío Otto, uno de los pocos testigos de mi infancia, más de una vez hizo las veces de padre y, aún cuando nuestros lazos eran adoptivos, su vida dejó en mí una herencia humana, presente cada día, que cosecha gran parte de la mujer en quien me convertí. Sé que cuando las almas que amamos continúan su viaje nos dejan regalos mágicos de despedida, así como, nos acompañan con un manto de protección lleno de luz. Nos acercan a lo que nos hace bien. Y me reconforta saber que ellos ahora pueden comprender cosas que antes no y ver más allá de lo que no conocían. Por eso... también hay una fortuna en el designio de la muerte. De ahí que decir adiós debe brindarnos motivos de alegría, gracias a la certeza de que el duelo merece festejar la vida de quienes mueren. Abrazarlos con gratitud y felicidad por todo lo que dieron de sí. Morir, cuando el tiempo es justo, es también una gran bendición. A quienes seguimos en este mundo, nos obsequian un pedacito de su trascendencia y nos imponen el compromiso de honrarlos con nuestra propia vida. 

Y esta mañana aparecieron ante mi ventana las mariposas blancas que, en cambio, nos regalan nacimientos y sueños cumplidos. Se desvelan ante nuestros ojos con la pureza de su cuerpo sutil y el tiritar de sus alas nos invita a emprender el vuelo con ellas. Nos brindan la esperanza de la transmutación. Al igual que los grillos verdes... que hacen tangible la presencia de las felices recompensas.

No sé cuándo descubriré el nuevo rostro que logre despertar mi corazón amoroso del sueño de las tinieblas...pero la empatía que me habita ya susurra en mi oído que su aliento se acerca. Oigo pasos firmes. Escucha generosa y comprensión. Profundo amor y la sorpresa del delicioso enamoramiento. Compromiso sin rodeos. Certezas compartidas. Siento la llegada del viaje más importante de mi vida. Mi tan acariciado sueño de amor... aún no cumplido. Y me entrego al goce de disfrutar a plenitud cada uno de los días que falten para conocer su caricia y descubrir el color de mi alma en el centellar de sus ojos, pues éstos serán días que no volverán...los días sólo míos empiezan su cuenta final.


Y tú... ¿escuchas el nacimiento de tu futuro? ¿te atreves a abrazar con alegría las muertes de tus vidas?



Semana de alegrías y sorpresas
para ustedes...
queridas tortugas.




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