viernes, 11 de marzo de 2011

diablito celoso

Cada vez que nace un alma recibe todo lo que necesitará para florecer de acuerdo con su naturaleza. Cada alma cuenta con su gemela para fincar un camino. Y para todo camino hay un destino. Pero no me refiero a un designio determinado sin voluntad ni libertad. Más bien se trata de ir forjando tu carácter en cada paso que das para elegir tu propia senda.

Cuando se mezclan las almas en los distintos escenarios de la vida, surgen querellas y dificultades para comunicarse. Les cuesta aprender a respetarse entre sí. El compartir se convierte en un ejercicio de vida que sólo se hace hábito con el esfuerzo del tiempo. Y de vez en vez las almas son raptadas por pequeños demonios que nos son dados para aprender a crecer.

Este es el cuento del diablito celoso, quien es un travieso demonio. Cuando te posee por primera vez se hace invisible para que no lo puedas reconocer. Entonces, diminuto cual es, se esconde sigilosamente a un costado de tu oreja, provocándote una ligera comezón. Y aguarda, como si estuviera al acecho, el momento justo para narrarte falsas historias de todo lo que ocurre a tu alrededor.

Una vez que eres encantado por sus palabras, no puedes dejar de pensar cosas terribles que sólo te lastiman y lasceran. De pronto, sientes celos de las personas con las que te cruzas a tu paso, de quienes te acompañan en tu trabajo, de tus compañeros de estudio, de tu pareja y de ser traicionado por ésta.

Con sólo un inofensivo relato, este demonio hace de ti un gran monstruo lleno de miedo. Al quitarte la paz, entonces, el diablito encuentra un lugar justo en lo más profundo de tu corazón y se vuelve la voluntad de ese monstruo que acabas de despertar.

Una vez que se vuelve visible su esencia en tu ser, tú empiezas a avergonzarte de todos estos sentimientos desatados y evitas mirar tu alma, porque no quieres reconocer que has invitado a ella a uno de sus peores enemigos.

El alma no puede darse el lujo de renunciarse ante tales debilidades, pues de hacerlo, se estruja, se enferma, se entristece, se hace cada día más pequeña y muere imperceptiblemente presa de la furia de sus demonios.

El corazón tampoco puede salir victorioso si usurpan su verdadera esencia, cuando ello ocurre, se vuelve incapaz de albergar bondad alguna hacia ningún ser, menos hacia sí mismo.

Como parásito este diablito salta de oído en oído en busca de nuevos corazones, por eso, toda alma debe aprender a fortalecerse desde que nace, a través de los dones que le fueron dados, amigándose con su esencia, descubriendo su destino elegido, disfrutando las determinaciones de su ser con entera y libre plenitud. De lo contrario, cuando vive atada por alguna voluntad o circunstacia, ferozmente se dejará atormentar por el indefenso e insignificante demonio de los celos.


Y tú ... ¿reconoces la voz de tu diablito?

Buen fin de semana queridas tortugas.




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