lunes, 14 de marzo de 2011

salud mental

y paradojas vitales.

Cuenta el niño interior que en él se esconde la liberación del adulto maltrecho. Como si, cuando se contacta el llanto infantil del ego en su egoísmo primigenio, algo nos purificara. Lo cual siempre he debatido. Ya que, por el contrario, crecer es renunciar a este ser que sólo sabe de sí y que no conoce el límite de su percepción.

Cuenta el mito de Berkeley que sólo existen nuestras percepciones ya que, de hecho, es de lo único que podemos dar cuenta con certeza. Ante esto, hoy cientos de voces se suman con la ilusión de que el poder de la mente es ilimitado y que basta con sólo pensar algo para que exista, supeditando las realidades no mentales a una suerte de ficción del caótico imaginario colectivo, en la cual el bien y el mal se diluyen, ante el relativismo autista de una moral sin consecuencias y por ello: sin responsabilidades. Por mi parte, evoco a Kant, quien hace varios siglos superó la falsa dicotomía entre el emprirismo y el racionalismo. Y no renuncia a que, en último término, si algo le da sentido a mi pensar es que está limitado por la experiencia, así como, ésta sólo es posible en tanto los objetos del mundo existen con independencia de que sean pensados o no pensados por mí. (Afortunadamente... de otro modo, viviríamos en el mundo de la psicosis.)

Cuenta la ignorancia de los modernos que todos debemos ser normales. Una falsa inferencia de la estadística cumple las veces de detectar casos atípicos para depurar y resguardar la norma de la especie. Ante esto, todo síntoma de distinta emotividad es segregado de este concepto y el estrés que se acumula durante los procesos de domesticación a los que nos sometemos, diariamente, para poder ser productivos y satisfacer los estándares sociales, nos enferma silenciosamente.

Algunos desarrollan cánceres, otros diabetes, enfermedades neurodegenerativas o algún padecimiento cardiaco o vascular. Sin mencionar que los distintos problemas digestivos se han vuelto parte inherente de vivir.

En la mayoría de los casos, se cifra un cuadro depresivo que puede ser leve, moderado o grave. Sin embargo, casi imperceptiblemente, transitamos entre estos estados en el camino hacia la felicidad futura, junto con la promesa del provenir que el capital trajo consigo.

De esta manera, la percepción en nuestros días aparece como enigma irresoluble que ya no sólo se debate entre la realidad de lo mental y las realidades no mentales, incluso, se confronta y pugna entre todas las subjetividades, a medida que los cuerpos se vuelven el latente síntoma de los fracasos de nuestra cultura.


Y tú ... ¿estás deprimido?

Hasta mañana tortugas!!

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