lunes, 4 de abril de 2011

parálisis, reflexión y escucha

En los sueños, el presente se desviste de pasado para descubrir el futuro que vamos forjando con cada una de nuestras decisiones.

Hay certezas que nos obligan a detenernos por completo, es difícil entender qué está pasando cuando sientes que te invade una duda profunda sobre ti mismo. Con magia de tortuga, te interrogas de muchas maneras, incluso sin darte cuenta... De pronto los acontecimientos a tu alrededor te cuestionan en formas insospechadas, posibilidades que nunca contemplaste aparecen ante tus ojos y dentro tuyo te preguntas ¿por qué vale la pena perseverar en los esfuerzos?

Normalmente, perseveramos sin entender las razones de nuestro actuar, ya que comprender porqué hacemos lo que hacemos puede ser indistinto para el transcurrir de nuestro cotidiano. En el día a día, opera una mediación no consciente en la cual nuestro organismo, en íntima concordancia con nuestra voluntad, ha hecho un acuerdo de vida en el cual se replica su latir casi sin percatarnos siquiera, salvo que por alguna razón nos sintamos "enfermos". Y es cuando tomamos un pequeño respiro para interrogarnos.

A manera de hábito maligno, nos acostumbramos a las dificultades. Probablemente, como forma de sobrevivir ante épocas de aflicción o necesidad. Lo cual nos enseña a mantenernos en alerta de emergencia constante. Si de pronto llega la calma, y los tiempos cambian, no es tan sencillo desacostumbrarnos a las dificultades. De alguna manera, no volvemos a confiar en las certezas que algún día perdimos, aún cuando se nos regalen renovadas.

En este territorio de la vida hecha, se guardan fracturas insospechadas. Las cuales sólo sanan con amor. Al principio, incluso el amor las violenta... como caricia olvidada. Sin embargo, el hábito de la dicha se forja día a día, una vez que alguien logra acariciarte.

Hay personas que se niegan a distinguir las limitaciones de la voluntad, animando la fe ciega en un pensamiento mágico omnipresente y todo poderoso. Sin embargo, no coincido en lo fundamental: en lo que refiere a qué está en mi voluntad y qué sí es un impedimento. Este punto ciego del cual nadie puede mirar su sí mismo y del que tampoco fácilmente se puede compartir con alguien más. El travieso rincón en donde perdemos la verdad para conformarnos con el consuelo. Creo que si no hubiera tenido esta conversación no me habría percatado de cuál es mi verdadera necesidad hoy. No cuál era mi deseo ayer, hace un año, hace dos. Qué me hace feliz hoy. No qué me hizo feliz antes y qué soñé como lo que me haría feliz mañana. De dónde viene esta inmensa frustación que me asalta cada mañana.Y disfrutar de mis propios méritos tomándome como única medida.

Siento que vuelvo a crecer y algo en mí cambia. No sé todavía la solución a todas mis interrogantes de hoy ni cuál será el nuevo rumbo que encauzará la perseverancia de mis esfuerzos. Al menos, ya no me resisto a escuchar la voz de mi corazón que clama por un bello amanecer para descubrir un nuevo modo de ser feliz. Quizá no sea fácil para quienes me observan comprender qué me está pasando y, confieso, eso me paraliza. Pero descubro que no puedo evadir el cambio que ya se gestó dentro de mí. En definitiva, la vida tiene sus propias reglas y es de sabios aprender a escucharlas, más allá de lo evidente.

Creo que ésta ha sido una constante en mi historia vital, a cada etapa, a cada proceso... le ha acompañado el desprendimiento de todo lo que concluye para dar luz a un nuevo porvenir, como si el sendero del arcoriris se replicara por sí mismo, cada vez que parece que lo has recorrido entero.


Y tú ... ¿ya descubriste la caricia que te alienta a vivir?






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