miércoles, 9 de mayo de 2012

edecán a debate

Me rehúso a caer en el lugar común sobre este tema, ya que me parece paradójico recurrir a una anécdota del debate entre los cuatros candidatos que aspiran a la presidencia de México, cuando lo verdaderamente importante fue su desempeño. Que de suyo ya debe darnos mucho de qué hablar, por más empobrecido que algunos consideren el evento. 

Dos horas, entre los monólogos, los mensajes de propaganda personal insertada entre réplica y réplica, y la versatilidad que mostraron los cuatro para aprovechar cada segundo de los escasos minutos con que contaban, sí dieron claridad sobre las prioridades de cada quien, sus fallas de carácter, sus grados de asertividad, sus estrategias de impacto mediático, y ligeramente algunas de sus prioridades, más allá de la agenda común en donde, de manera obligada, deben converger, aún sin convicción. 

Quedó claro qué está en juego y abiertas las preguntas sobre los temas de fondo para el siguiente debate. Así como aún nos deben una fuerte confrontación de sus ideas a debate que no sea necesariamente una confrontación de sus personalidades. De tal manera que nos muestren la convicción que en verdad tienen de llevar a cabo sus propuestas, además de la apertura que tienen para la consolidación de estas propuestas, dándonos más detalles de los "cómos" y de los "porqués" ... 

Es cierto, les falta holgura y comodidad en un espacio que pide más de sí mismos y menos de la escenografía de sus equipos de campaña. Les falta mostrarse con fluidez, relajarse, sentirse cómodos en el espacio que ocupan de manera compartida e incluso saberse identificados entre sí pues pocos hombres y mujeres podrán contar al final de sus vidas que fueron candidatos para ocupar el cargo máximo de una nación, así que les falta verse a los ojos y perder el temor a buscar una comunicación más legítima con el público que atento los escuchamos y depositamos en ellos expectativas imposibles de satisfacer con la esperanza de que logren darle cara al incierto futuro de nuestras vidas y darle vida al cuerpo que somos como país. Tarea nada menor. Sólo por eso ya debemos darles el aliento del esfuerzo no sin el ojo crítico de nuestras voluntades, ya que sólo en el acuerdo compartido lograremos hacer caminar este organismo social, hecho de necesidades humanas, con firmeza, con rumbo cierto y feliz. Sin heridas que lo laceren, sin tumores que lo consuman, sin miopías que lo sacrifiquen y con plena salud.

Entonces... les decía, mi afán de insistir en el tema de doña Julia, la hermosa, no es más que la indignación que me produce reconocerme una y otra vez ante una cultura que insiste en que las mujeres somos objetos de aparador a quienes se nos encomiendan tareas accesorias de escenografía. Y mientras más escucho comentarios al respecto, más me indigno, porque casi todas las miradas reafirman esta visión. 

El problema no es como está vestida ni que trabaje para Playboy, el problema es que la exponen a ser vista, tocada en su imagen e incluso ridiculizada y a estar en el banquillo de los observadores, con morbo o con morales expresiones de lo propio e impropio de su presencia, sólo por el hecho de ser mujer. El problema no es cómo se viste, o a qué dedica su vida profesional. Ése es su pleno derecho. La dolencia es todo el morbo y álbur de los caballeros que entre risita y risita repiten: lo mejor fue la edecán... queremos ver a la edecán... Cuya vulgaridad masculina, a costa de hacer de la belleza de las mujeres algo que está puesto ahí para ellos, para su dicho, para su propiedad, para su aprobación, se ha normalizado como un ícono de su ser hombres en donde Julia deja de ser su propio rostro, pues incluso su belleza se le arrebata como si fuera hecha al servicios de otros, que no la respetan del mismo modo que se respetan a ellos mismos. Lo grave es que es normal distinguir entre tipos de mujeres en función del rol que cumplimos para satisfacer el imaginario de un mundo pensado por y para los hombres.  Y que hombres y mujeres se muestran incapaces de valorar a Julia como la hermosa mujer que es. Tan hermosa que puede ganarse la vida sólo de ser y mostrarse. Sin ninguna otra connotación, sin más juicio, sin morbo ni vulgaridad, sin discriminación. 

Y su vestido... también muy bello, boba sería de no ponérselo si le queda tan bien. Y libres debemos ser todas las mujeres de dejarnos ser en la plenitud de nuestra belleza y la dicha de nuestro cuerpo, de vestir como más sensuales nos sentimos, si eso queremos, y dejarnos mirar por quienes queramos que nos acaricien, libremente, sin discriminación, sin el dominio del género, sin el desprecio de una moral de formalidades, sin la vulgaridad de un morbo cómplice y seudo culposo que muchas veces esconde profundas misoginías y reprimidas sexualidades diversas. 

No fue el espacio del debate lo que fue violentado al invitar a Julia, fue Julia la que fue violentada al disponer de su ser humana como medio y no como un fin en sí mismo. Al disponerla para pasar papelitos de aquí para allá y ser el abrebocas de todas las mesas. Y lo mismo sobre "Lupita" a quien Peña Nieto se encargó de denigrar, para mostrarse como una suerte de patrón y hombre de la casa, cada vez que con familiaridad condescendiente se referió a ella. 

¿Por qué el consejero presidente del IFE no moderó el debate y repartió él mismo la tómbola de preguntas para las participaciones? ... ¿Lo considera una labor poco digna para su embestidura? ... Que recuerde don Leonardo Valdez que ése es su trabajo y le pagamos muy bien para hacerlo. O al menos que sepa que en este país tenemos obligaciones constitucionales en materia de transversalización de perspectiva de género.



Y tú ... ¿cómo valoras el ser mujer?


Hasta mañana hermanas tortugas... sean él o ella... Recuerden, en el mar de la vida: todos somos iguales.











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