domingo, 20 de octubre de 2013

domingo de sol y madrugada de insomnio...

Domingo de sol y noche de tormenta... el sábado fue un día de lluvia y fuertes tormentas, la noche estuvo acompañada de rayos y truenos. El cielo rugía como cuando un corazón estalla en mil pedazos, tras descubrir que ha sido engañado y traicionado. La oscuridad se iluminaba con brillos intensos, fragmentada, desahogándose de todo aquello que la oprime y le impide brillar bajo la luna llena. Como la muerte y resurrección de un tiempo de vida perdido. Como el amor que enfurece al no ser correspondido. Como el alma que se enciende ante las injusticias. Como si los dioses decidieran liberarse de todos los errores mortales. 

Esta mañana, en cambio, el bosque amanece reconciliado, el canto de las aves despierta con el brillo de un sol que todo lo ilumina.. sin cobardía: sin resistencias. Solo la naturaleza de lo vivo logra purificarse a sí misma con tal pulcritud. Dejar el agua correr, como el llanto. Sin temor de vaciarse y brindando vida, aun en sus momentos de furia. 

Los seres humanos nos hemos alejado tanto de lo vivo que, a veces, parece que la deshumanización nos caracteriza como condición de especie. Las emociones contenidas que nos roban la belleza. Las falsas percepciones que apagan el brillo de nuestros rostros. La constante interrogación de un juicio ajeno y ciego, siempre insatisfecho de sí y distante de todo lo real. La violencia intencional e inconsciente que se justifica en las leyes del orden simbólico de la comunidad de intereses. Los lazos de afiliación que aniquilan toda autenticidad. La opresión de la voluntad que se sacrifica ante el mandato de la autoridad. El sinnúmero de razones que impide el llanto correr como el agua de la tormenta. La manipulación que persiste en nuestras formas de comunicación. Voces que no se purifican con la claridad del sol al amanecer, sino que duermen eternas como ciclos vitales fosilizados bajo una dinámica que las autoconsume. Palabras que permanecen entre las sombras de la caverna y se deleitan de su propio poder. La humillación que desborda de los gestos indiferentes. La afronta de la prepotencia. El juicio severo que todo lo sataniza. La amistad que no encuentra cabida bajo ningún signo de confianza. El reclamo disimulado. El reproche perverso. El abuso de nuestra condición humana que se aferra a la incomprensión y al maltrato. Sin llegar a quebrarse junto con la tormenta, sin renunciar a las verdades ni deleitarse con lo real. 

Quizá por esta razón, un pedazo del amor humano duerme atado en el desierto. Sin embargo, hay seres muy generosos que sí gozan del deleite de sus mieles. Son muy afortunados quienes, sin prejuicios, reciben el sol cada día al despertar. Y es gracias a las miles de personas que, sin indiferencia y sin miedo, se entregan a la vida, que nuestra humanidad persiste hermanada de nuestra verdadera naturaleza. En cada uno de nosotros habita el secreto que nos libra de sucumbir ante tal deshumanización. Perdonar y perdonarnos: crecer y amar.

Y en realidad, como les decía hace algunos días, resulta ser una cuestión de proporciones. Dejar de prestar atención desmedida a los asuntos nimios, dejar de ensalzar las carencias. Aprender a seguir adelante con el ritmo del día para recibir la mañana ligeros y felices. Y descubrir la visita de una mariposa blanca, anunciándonos felices augurios de amor por llegar. Recibir el abrazo de quienes nos comprenden y gustan de nosotros. Sanar nuestras falsas percepciones, librarnos de nuestras propias injusticias. Y dejar fluir como agua y como llanto las incomprensiones que nos acompañan. Pues gracias a estos esfuerzos de comunicación: aprendemos a renunciar a nuestra violencia. Guardar silencio. Leer y escribir. Sonreír... vivir. Abrazar con fuerza los regalos de nuestro destino y forjar los pasos de nuestro camino. Escuchando las bondades infinitas que nos acompañan.


Y tú ... ¿cómo humanizas tus violencias?



Feliz domingo... de luz y lindos augurios de amor.
Un abrazo queridas tortugas.




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