martes, 19 de noviembre de 2019

los secretos...

... del dolor.



Tememos reconocer nuestras tristezas y resistimos la sola idea de sentir alguna forma de dolor. De todos modos, tales esfuerzos suelen ser en vano. Tales experiencias son parte de la vida, son espacios para sanar y crecer.

Eso no quiere decir que la vida sea alguna condena o que el sufrimiento sea algo que debamos cultivar. Simplemente, significa que como seres humanos estamos hechos de tal manera que contamos con mecanismos para sobrevivir y uno de ellos es el dolor.

Cuando algo nos duele, el cuerpo nos previene para atender algo que necesita cuidado, sanación, descanso, prevención... etc. Es una forma en que el cuerpo expulsa de sí algo que le hace daño. Es la manera en que sobrelleva una molestia y se prepara para sobreponerse a dolencias más graves. Es una forma de distanciarnos de nuestro propio cuerpo para atenderlo y procurarlo.

Y no sólo duele el cuerpo. Existen también los dolores del alma. O del corazón... si se quiere. Aquellos que habitan nuestra psique. Estos dolores, las más de las veces, también se expresan en el cuerpo como una forma de mitigar alguna forma de sufrimiento emocional. Para librarse del encierro de las tristezas contenidas. Es por eso que debemos prestar atención y escucha a nosotros mismos... a nuestro cuerpo... para dejar fluir el llanto sin temor a sentir dolor. Para darle paz a nuestro interior.

¿Qué es lo más grave que puede pasar por reconocer que estamos tristes? Por reconocer que sentimos, a veces, dolor. Por sentir. Y que el único consuelo es la catarsis y dejar ir nuestra resistencia. 

Dejar fluir nuestras emociones por mucho que nos duela reconocerlas es la única manera de sanar. Establecer, así, una conexión con nuestra vulnerabilidad de tal suerte que la fragilidad se vuelva fortaleza.

Ese es el secreto que guarda dentro de sí todo dolor del corazón: la libertad... ¿Que no es fácil?... nadie dijo que lo es. ¿Que es inevitable?... dada nuestra constitución natural y fisiológica: sí. Y con el tiempo, los dolores se vuelven menos y nuestra capacidad para afrontarlos mayor. Lo que ayer era imposible... se convierte en algo sencillo. Lo que hoy nos parece inalcanzable es muy probable que podamos contenerlo en nuestras manos sin esfuerzo: mañana. 

Es por esto que debemos ser muy precavidos y no dejarnos engañar por los medios de evasión que adormecen nuestro sentir emocional para evitar el dolor del alma. Prestar atención a no disociarnos para olvidarnos de una parte de nosotros y así tampoco sentir. Tener cuidado de no alejarnos de las personas para encerrarnos y pretender que estamos bien; o que podemos ser inmunes no sólo a nuestro dolor  (y nuestros sentimientos) sino al dolor (y sentimientos) de quienes amamos. 

Afrontar la vida en su completud es reconocer que adolecemos y sentimos. Y que el cuidado de vida es también el cuidado que prestamos a nuestras tristezas y el modo en que aprendemos a abrazarlas para reconciliarnos con ellas. Sin temor a sentir.


Y tú... ¿afrontas tus sentimientos?



¡Feliz martes!
Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.





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