jueves, 7 de abril de 2016

Un año que vuela...

... y en el que las letras se detienen. El sello de la vida se entremezcla con las edades del corazón. El viento no logra traer de vuelta las buenas noticias de ayer. Mientras el aliento toma de la fuerza del sol un sorbo de calor y ternura.

Esta tortuga cumplió, al fin, el cruce de la meta que la detuvo y distrajo durante 8 años: y como si nada...soy Doctora en Ciencias. Ahora es un espacio para volver a descubrir los designios de este renovado caparazón o, quizás, es la puerta hacia una guarida diferente. Menos dura, más liviana y que me impida esconder los tesoros de mi alma. Un refugio en el que no tenga que ocultarme más. Una vestidura que pueda brillar con el reflejo del sol. Una carga que no lleve en ella la hendidura infinita de los años. Un hogar sin cargas. Un alma sin duelos. Un amor sin demoras. O al menos... el hábitat del mar: en donde anida la fuerza de los océanos y el oxígeno fluye con frescura y libertad.

En cierta medida, así me sentí en cuanto rendí protesta, el 20 de enero, y me dispuse a: "continuar mi preparación, realizar investigación, formar profesionales, difundir el saber y contribuir a resolver los problemas nacionales desde la perspectiva del conocimiento universal; actuando siempre en beneficio de la humanidad, la sociedad, la patria y buscando el progreso de la ciencia y la cultura". Entonces... mi alma volvió a mi cuerpo y mi cuerpo recuperó su levitar habitual, sin más...

El camino recorrido aún no es suficiente para emprender los caminos soñados, el panorama sigue apareciendo en múltiples tonalidades de grises. Y sin la determinación que necesito, me encuentro en medio de la "caza" laboral. Tiempo que se posterga... letanía en la que descubro que quizá no existe un lugar próximo para mi desarrollo profesional. Empiezo a interrogarme, con magia de tortuga, qué es lo que realmente quiero hacer. Para descifrar cómo lograrlo. Toco puertas y no escucho eco alguno. Bordo sueños y no encuentro una realidad que los pueda contener. Me siento condenada a la dificultad y al vano esfuerzo que nunca logra llegar a tierra firme. Navego sola. Me acompaña el silencio. Mi sonrisa me sostiene. El buen ánimo se alimenta de a poquito. Y no pierdo las esperanzas de ser capaz de construir un proyecto de vida viable en concordancia con los latidos de mi nuevo caparazón.


Y tú... ¿cómo levantas la vista  a este nuevo sol de primavera?




Abrazos postergados...
 queridas tortugas de mar.
Los nuevos vientos de abril
prometen ricas letras
llenas del eco de la múltiples voces
que convulsionan nuestra cotidianidad
junto con la luz de una filosofía renovada
lista para ser compartida...
cuentos mágicos y una dosis moderada
de mis confesiones existenciales.
GRACIAS.

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