martes, 25 de octubre de 2022

la tormenta...

 ... de la seguridad pública.


La Luna nueva en el umbral del eclipse de Sol (25 de octubre)  ...con pauta menguante en Venus (22 de octubre): el amor y la belleza de Afrodita que nos consume con su sombra ante el encanto de Orión. Para abrir los nuevos caminos de la creatividad cuando Marte, de vuelta, una el aliento de las almas gemelas (30 de octubre).

Mucha inspiración necesitamos para que la seguridad pública tórnese una certeza, no sólo en México: en nuestro mundo. Una vez que desde las costas arribó un huracán... la liberación de las aguas y revivificación de la tierra. Tragedia mediante.

De sombras se tiñen las realidades que nos habitan. En el fondo: una convivencia partida. Escindida. Sin importar el calado de los delitos y riesgos. Quién los cometa. Lo cierto es que parece que la violencia tiene una lógica propia. En espiral: se reproduce y recrudece. ¿Por qué, pudiendo hacer tantas cosas, una persona elige lastimar? ¿Son actos conscientes? ¿La necesidad y la carencia trastocan la percepción de la alteridad? ¿Es el poder de la fuerza lo que endulza tales actos? ¿Un precario sentido del honor? ¿Mecanismos de control y cohesión? ¿Sublimación ante la impotencia y frustración de habitar un mundo cuyas reglas no permiten que todos seamos igualmente dignos en términos efectivos? ¿Un grito desesperado o la convicción de que tal es el verdadero espíritu de la existencia: la sobrevivencia llana?

Así como la migración es otra forma de afrontar el porvenir una vez que se cierran los caminos ante obstáculos que aparecen como insuperables. O quizá la esperanza de poder hacer algo para alcanzar un futuro posible de verdad anhelado es lo que impulsa al ser humano a las más audaces travesías. Trascender y/o sublimar la impotencia y la frustración. Tal y como la guerra se asume como el destino inevitable ante la imperiosa necesidad de algo que debe ser salvado o salvaguardado. Probablemente ante la imposibilidad de aceptar el ineludible acontecer y que no lo podemos atrapar entre nuestras manos con firmeza como si fuéramos los hacedores del tiempo de la humanidad. Resistiéndonos a aceptar que la voluntad de las otras personas es tan consciente como la nuestra. Nos negamos a ver en el rostro de los demás: un rostro afín. Y dialogar. Convivir con amor. En el cuerpo del otro habita un ser humano: no una cosa a nuestra disposición.

En la suma de impotencias y frustraciones que aparecieron ante nuestros ojos en medio del confinamiento sanitario, un instante de empatía unió al mundo, y ahora nos sentimos arrojados a retornar al ritmo "habitual" tratando de huir de todo lo que entonces fuimos capaces de sentir. Escondiendo ante nosotros mismos cuánta falta nos hace vivir con amor: intenso, apasionado, real y verdadero. Amor a la vida. Es esta carencia: el no aceptar el limitado ámbito de libertad que nos permite modelar la realidad (así como el no asumir la libertad expandida que tenemos para rehacer la realidad de nuestros corazones); en suma, lo que atraviesa todas las violencias. Causas y efectos: unas violencias de otras violencias... en espiral infinita.

Mientras en unas latitudes las mujeres descubrimos nuestros rostros y dejamos nuestro cabello al vuelo del sol tomando en nuestras manos la suerte de nuestro destino para cortar el aliento del machismo estructural y luchar por nuestra vida y libertad; con determinación, alegría y violencia ante la impotencia de estar sometidas a la ley del hombre que nos asume como un objeto de su apetencia. En otros territorios... nos cubrimos el rostro para exigir que nuestra integridad y dignidad se respete, obligadas al anonimato para preservarnos vivas, libres, fuertes y felices; con determinación, ánimo y violencia ante la misoginia que nos asume como un acto de agresión: sólo por hablar. Porque, aquí o allá, nuestro cuerpo sigue atravesado por el deseo salvaje de un linaje masculino que se niega a comprender que fuimos hechos, ustedes y nosotras, de la misma carne y tenemos los mismos derechos. No nacimos para ser vistas por ellos. Mucho menos merecemos ser aprobadas o autorizadas por el capricho de su voluntad. Alzamos la voz porque no somos más el eco de su susurro cobarde que se niega a mirarnos con valor. No somos más la cosa vacía cuya valía dependía de su escucha. Tenemos carácter y personalidad: si sólo se detuvieran por un segundo no podrían más que maravillarse ante nuestra luz. Y quienes así lo hacen podrán atestiguar a qué me refiero. Tanto como nos maravillamos nosotras ante el brillo de su aliento cuando, con ternura y franqueza, se atreven a hablar. Respeto y adoración mutua constituyen el terreno de relación en el que crecerán nuestros mejores frutos para la humanidad.

Exceso de demanda y exceso de oferta para el consumo de formas para evadir nuestra relación con nosotros mismos, con quienes nos acompañan, con el mundo a nuestro alrededor... con la realidad. Negocio perverso porque entre la venta y la compra: más de una vida se va en medio de un río de sangre que no cesa. También en movimiento entretejido con tendencia al infinito. Se suman las armas, la trata, el abuso infantil... en un mismo conjunto de compra y venta de "objetos": al servicio de voluntades ciegas, oscuras y sin alma. La desaparición, la tortura, la muerte, la extorsión, la corrupción, el robo, el fraude, el engaño y la mentira: en indistinto orden jerárquico. Un modo de vida que normaliza el horror como si no existiese ya ningún otro parámetro que la moneda para medir el precio de la vida. 

Entonces... de cuántos policías estamos hablando, cuántos recursos tecnológicos de todo tipo, cuántas fiscalías, cuántos peritos, cuántos forenses, cuántos jueces, cuántas cárceles, cuántos abogados y defensores de derechos humanos, cuántos civiles excavando fosas, cuánto apoyo internacional, cuántos vecinos organizados, cuánta fuerza pública y castrense... cuántas armas y cuánta confrontación, persecución mediante. En resumen: de cuánto dinero estamos hablando; en consonancia. Parece que sigue siendo el valor económico lo que propicia la causa, el efecto y la utópica solución. La estrategia efectiva parece ser una fantasía compartida. La ley se atisba inocua. La impunidad: la frustración y la impotencia convertidas, en conjunción, en sustento de nuestra comunidad.

Sí. Es más sencillo señalar en el otro la responsabilidad, el fallo errado, el juicio endeble, la falta de decisión y voluntad. Exigir, exigir y luego: exigir más. Para calmar la impotencia, el terror y la incertidumbre de sabernos desprotegidos ante la vida y ante la muerte. Impotentes ante el dolor. Sumado a todo tipo de miserias y pobreza. Sabernos vulnerables de ser abusados a cada paso en nuestro andar común. Saber que no podemos confiar los unos en los otros. Sin importar cuál sea la circunstancia. Qué duro silencio sostiene nuestro entramado social en donde estamos cada día más solos y desamparados. Luchando, luchando y luego: luchando más cada día para construir un pedacito de vida segura y, con suerte, feliz. Arriesgando todo por un poquito de ternura. Renunciando al amor sin percatarnos siquiera.

Si los seres humanos no estamos dispuestos a cambiar... las violencias no cesarán. Ya tenemos todo los demás. Un entramado institucional... el sueño de casi tres siglos atrás, aberraciones mediante. Pero seguimos siendo los mismos de tantas formas: los mismos que llevaron al desconsuelo a todos nuestros héroes en el ocaso de sus vidas. Porque sin importar cuánto esfuerzo se ha sumado, cuánto se ha logrado... la voz ciega que habla desde la pequeña trinchera sobrevive. Porque no se ha comprendido que ya se derribaron todas las trincheras, salvo las que se mantienen atadas a la falta de toma de consciencia acerca de la alteridad. Que si el uno o lo múltiple. Que si el todo o la particularidad. Que si la comunidad o el individuo. Que si el socialismo o el capitalismo. Que si el Estado de bienestar o el neoliberalismo. Que si el populismo o el liberalismo.

Hoy somos muchos. La densidad poblacional hace tan complejo el entramado político que parece cada vez más imperceptible la toma de postura. A la vez que se diluyen las ideologías se recrudecen los radicalismos. Nos colocamos en el sitio heredado de nuestra particular historia de vida y somos lo que representamos a la luz del proceso civilizatorio. Todavía sin puntos de fuga para hermanarnos en la identidad y en la diferencia: sin agredirnos ni devaluarnos unos a otros.

Seguimos sin introyectar en nuestro fuero interno la humanidad que nos comulga. De tal suerte que nos parezca imposible dañarnos unos a otros.

Es lo uno y lo múltiple. Es el todo y la particularidad. Es la comunidad y el individuo. Es el socialismo y el capitalismo. Es el Estado de bienestar y el neoliberalismo. Es el populismo y el liberalismo. Ahora bien, cuál es la dialéctica vital que hace de cada uno de estos conceptos supuestos, en aparente oposición, significado realizado pleno de sentido, verdad y realidad. Lo primero que podemos empezar a interiorizar es que la relativa oposición tiene su raíz y fundamento dentro nuestro, dada nuestra constitución humana, en tanto seres de conciencia con un cerebro capaz de pensar. Ninguna de estas aparentes confrontaciones se encuentra depositada en un sitio otro en donde cada quien entra y se coloca. Como si se tratase de un bastión a defender. Así como absurdo es no comprender que es el talento humano quien es dueño de la economía y no viceversa: el esclavo.

Tarde o temprano la tormenta cesará. La pregunta es: ¿insistimos en cruzar el huracán a campo traviesa (tendiendo al infinito) o encontramos el paso calmo de un refugio de paz que haga escampar (viviendo infinitamente el presente)? 



Y tú... ¿quieres amar?



Dulce luz que al crecer
hace las sombras desaparecer.
Dichosa semana...
llena de magia de tortuga.
Abrazo colmado de fraternidad.








No hay comentarios: