jueves, 25 de enero de 2024

luna...

 ...de miel.



El año se regala, en su inicio, con una de las más brillantes lunas que he podido admirar. Como un gran augurio de buenos vientos por llegar. Sin importar las dificultades que una vida atraviesa en busca de avisar tierra firme: el logro se cumple. Y la felicidad...también.

Las misivas sin respuesta sólo ofrecen la certeza de la verdad humana. Lo que no existe no puede dar realidad a verdad alguna. Sólo con el corazón se distingue el llamado de urgencia de un alma en digna sobrevivencia. El silencio otorga la certeza de que lo que se oculta no merece la pena ser dicho. Y que la palabra es el don divino en donde se encuentra la voluntad capaz de hacer posible aquello cuya justicia nos viene dada por Dios mismo. La Fe honesta: aquella que nace del sentir puro e ingenuo, sin otra intención que amar la vida en su belleza más pura, cual sólido diamante... es lo que nos permite ir más allá de nosotros mismos y obtener la victoria con justo merecimiento. Con el reconocimiento de ser inocentes ante la adversidad y sólo entregarnos a hacer el bien por el hecho de ser lo correcto. Sin otra recompensa que la dicha y la autosatisfacción de ser leales a nosotros mismos: con franca valentía. Con convicción. Con entereza. Así... descubrir que la soledad no es más que la coraza que nos brinda el lugar seguro libre de todo engaño y falsa amistad. Para, entonces, descubrir que hay mucho más allá para cada quien que lo que se mira a simple vista y que en nuestro fuero interno nunca estamos solos si sabemos preservarnos a nosotros mismos con integridad. Y éste es el orgullo más grande que un ser humano puede sentir. El orgullo de una vida libre y feliz. Sin menoscabo de nuestra ética y sin rencor ante la injusticia. Con verdad. 

El destino se cumple sólo en quienes son capaces de la autenticidad de una vida propia. Sin complacencias ante quienes se niegan a ver la luz... la luz que no se puede mirar: la más brillante. Como la luna, cual satélite oculto, hace brillar al astro más noble regalándonos una velada iluminada. Librando las barreras del tiempo entre el día y la noche. Descubriendo ante nuestros ojos la relatividad de todo hecho. Es así como la humanidad descubre ante sí que habita mucho más que un planeta... se sabe parte de un universo infinito: dentro del cual encuentra un sólo propósito: el de preservar la belleza. No sólo en sus corazones los seres humanos perseveran en la consecución de lo bello, también en cada uno de los actos de su vida. Con bondad. Con Ley. Tal y como Kant se maravilló ante la ley moral dentro de sí y la ley cósmica fuera de sí. Con la certeza de que la naturaleza se domina a sí misma y de ella debemos aprender el dominio de nuestro carácter para que nuestros actos nunca contravengan el bien del mundo ni se enfrenten al imperio de la razón universal. No la razón subjetiva... por el contrario: la exacta medida con la cual la vida es tal y como es. Inasequible en su comprensión, para nosotros, e ineludible de interrogarnos en nuestro andar. Porque así como no podemos dudar de al menos poder afirmar "yo pienso" (diría Descartes), tampoco podemos dudar de estar vivos: conscientes no sólo de que pensamos, también conscientes de vivir. Y es aquí en donde se funda nuestra sagrada libertad (muy en consonancia con Hegel y su Lógica).

Por lo demás... espero pronto tener un empleo (al menos una asesoría), que mis libros gusten más de lo que hoy puedo imaginar, obtener un préstamo para financiar mis deudas crediticias y si la buena fortuna existe: ¿por qué no...ganar la lotería? Porque no sólo de inspiración vive la filósofa, las cuentas no se pagan solas y la vida cotidiana obliga inversiones continuas. PD. Este mi caparazón de tortuga mágica, consolidado en sus 50 años: no busca más su alma gemela. La soltería va... viento en popa. Y el ascetismo: mi vocación favorita. Hace tiempo que supe que si no encontraba un compañero con quien ser más feliz de lo que era sola, al margen de las dificultades propias del existir, no valía la pena renunciar a un pedacito de mi hogar ni de mi dicha. Pues mi esfuerzo me costó: abrazar mi vida con tal valentía que encuentro en cada día una razón para sonreír sin tener que discutir con alguien sobre lo que me hace feliz. Hoy sé que tal compañero no existe, ni existió nunca alguien capaz de ser con quien construir la vida que soñé. Pues ya soy la vida que soñé. Ahora sólo debo encontrar la oportunidad para que el dinero no me falte más. Y así será. Lo único triste es saber que tal vez pocas personas me logran comprender en la plenitud que soy... pero uno no es responsable de lo que las personas necesitan pensar de ti para sentirse bien con ellas mismas. No estamos vivos para hacer felices a otras personas: sólo alcanzado nuestra profunda alegría podemos dar felicidad a quienes nos rodean. Siempre y cuando ellos quieran compartir de quienes somos en realidad. No ser vistos no significa que nuestra vida no es tan valiosa como la vida de todos los demás. Esto se llama respeto y sólo con respeto podemos compartir. Dar y recibir. Y celebrar las dichas ajenas con tanto ahínco como las propias. Entender a otros gracias a que nos entendemos a nosotros mismos. A mí: esto es lo más valioso que me ha pasado. 


Y tú... ¿sabes recibir al dar y dar sin recibir?





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