domingo, 24 de agosto de 2008

el hada y su carnal

Hubo un día, un reino en donde todos gozaban de salud, alimento y confianza. En este lugar habitaba una bella hada, quien, cual sol, alumbraba generosamente corazones y vidas. Brindaba lo que tenía y lo que no tenía, con tal de mantener el encanto de dicha en su morada. A su mesa, acudían invitados de todos los reinos y, sin discriminación alguna, a cada uno ofrecía lo mejor de sí. Era una anfitriona ejemplar.

Pasaba los días ocupada haciendo que todo fuera perfecto. Llevaba el ritmo exacto de sus actividades. Sincronizaba la vida de quienes habitaban su hogar y, como si se tratara de una canción, la melodía era exacta en cada momento del día.

¿Cuál era la razón de tal armonía? Tenía dos secretos... bueno, varios. Pero dos son los que vamos a compartir hoy. Uno era su mágico carnal. El otro, su amor gemelo.

Su carnal, siempre con un chiste, una rica salsa de aceituna y una atenta pregunta, va de boca en boca brindando bienestar. Empatiza y se solidariza con todos los encargos del hada; y con sus invitados. Llena de alegría los lugares que visita y brinda su amistad con sentido del humor. Igualmente, buen anfitrión como su hermana y lo caracteriza su gusto especial por la cocina.

Su amor gemelo llegó hace décadas a su corazón, el tiempo le robó años y vida hasta poder reencontrarlo. Hoy drena y alimenta su alma, cual designio cumplido. Y por él, podría, incluso, interrumpir esta sincronía de serena calma. Aun si fuera por un torbellino de incertidumbre y pobreza, pues esperó tantas noches su regreso, y admira tanto su razón, que qué valdría más para esta hada que su propia piel. Este amor la recibe con platillos únicos y palabras llenas de saber. Ella toma de él todo su alimento y vierte en él todo su trabajo. Juntos, reinan este nido en el que ella brinda salud, alimento y confianza.


Y tú ¿has recibido un hada en tu hogar?


Hasta pronto.


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