martes, 19 de agosto de 2008

el miedo y sus deudas

Llevo días procurando este espacio. Culpar a la falta de tiempo, al trabajo y el cansancio, o apelar a cualquier otra ocupación, sería inadecuado. Simplemente, mi tortuga mágica no estaba lista.

Estaba la tortuga mágica caminando por el bosque, un día de lluvia. Cada vez que llegaba a un nuevo camino, tras caminar largas horas y con mucho esfuerzo, empezaba a girar en sí misma. Se regresaba, tomaba los caminos que ya había recorrido, buscaba atajos, se fatigaba girando... girando... sin poder atravezar el umbral de fuego hacia su nueva vida.

En esta pausa, ella recordaba cada una de las hojas de los bosques de su vida; como si supiera que el hechizo se rompería al conocer este nuevo sendero, en el que a lo lejos reconocía hermosos paisajes y manantiales de vida. Escondida en su caparazón, se aferraba fuertemente a sí misma como si algo sujetara su ser.

Ángeles y tortugas tocaban a su caparazón llenos de aliento y buenos consejos. Tortuga!! no te preocupes, sal ya... qué no ves que ya cruzaste... sal y mira... descubre la luz que te espera del otro lado del camino. Ya todo pasó, ya estás aquí.

Algunos se desmotivaban de tanto esperar y se sentían frustrados y decepcionados ante la lentitud de la tortuga. Otros la exhortaban a no perder la claridad ni la seguridad sobre su designio ¡¡recuerda tortuga!! nos cautivaste con tu voz, no la escondas, no la guardes, no la enfermes ni la fatigues... sólo toma la decisión sin tirar del nudo hasta ahorcarte... sal y sé tú. Sólo regálanos tu sonrisa, tu calma y serena paz, sé tu enérgica certeza.

Llegó el día en que ella escuchó a un franco amigo quien le preguntó ¿qué es lo que no quieres mirar? ¿qué te impide mirarte?

Ella buscó y buscó y buscó, ahí escondida, dentro de sí... ese llanto aprisionado que aparecía al pensar en su hermano. Y recordó "Yo tuve un hermano mayor, hace tantas vidas que ya olvidé su nombre, un día, el hijo del cocodrilo enojón, mi hermano mayor, el lagarto con miedo... me odió ... sin saber porqué... sólo me odió... quizá por ser tortuga, quizá por ser menor, o sólo por ser yo... nadie me ha podido explicar la razón, sólo sé que ni gritos ni llamadas de auxilio conmueven en él un poco de respeto, solidaridad, cariño, apoyo, confianza o admiración. Peor aún, es mientras más feliz soy que más me desprecia y arroja de su vida como cosa usada que no está a la altura de sus expectativas, es tal su desencanto que, de un tiempo acá, le ha dado por inventar mi vida y hacer de mí una triste caricatura."

Así, la tortuga mágica tuvo que fallar a las expectativas de su hermano mayor una vez más, salir de su caparazón y dar fin a aquél largo camino de ayer, para nacer al nuevo sendero de hoy. De nada serviría perpetuar su encierro de caparazón, él de todos modos no sentirá aprecio por ella.

Pero, antes de partir, dejó una misiva a quien algún día fuera su familia... "Yo no tengo la culpa de lo que nos pasó. No hay nada que te pueda quitar. Algún día podrás alegrarte de mí y sentirte orgulloso por quien soy."

Fue así que esta tortuga aprendió a enfrentar sus miedos sin deudas. Reconciliándose con quien es.


Y tú ¿a quién le debes tus miedos?


Hasta hoy queridas tortugas!!




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