martes, 11 de septiembre de 2012

distancia e ilusión...

Las ilusiones, la igual que las pasiones, son posibles gracias a la distancia. La pasión se enciende ante la distancia del objeto de nuestro deseo tanto como ante la distancia de la satisfacción de nuestra voluntad. Las ilusiones, en cambio, son pasiones que se despiertan ante la distancia del futuro. Por eso, suelen superar por mucho la realidad... y llevarnos a la neurótica frustración de nunca satisfacer, en el presente, aquellas bellas ilusiones que nuestra mente teje con la arrogancia de su locura e hybris... diría Heráclito: el sabio.

La modernidad condenó el amor al peor de sus romanticismos... al apasionamiento de la novela que se desborda en la intensidad del amor nunca realizado, del amor que nace de la ilusión sin carne y que encarna la perfección de la entrega, precisamente ahí en donde no se entrega nada... El ideal trágico de una cultura delirante que no sabe amar... porque prefiere sufrir la ausencia de lo posible y regodearse en el vacío de una individualidad rota. 

La modernidad nos hereda el peor de los demonios: la falsa verdad de la subjetividad libre. El ímpetu de la razón que alimenta una identidad fracturada y que se afirma en  la ilusión de la libertad. Ilusión que convierte a la libertad en la peor de sus esclavitudes: la vana ilusión que habita al ser humano moderno desde que se erigió como el centro de toda realidad... una vez que pretende imponer la idea a la realidad... sin darse cuenta que éste es el síntoma de toda locura. 

Hoy el ser humano es esclavo de los caprichos de su estupidez, los cuales se erigen como el estandarte de su autenticidad. El esfuerzo ético de vida se sigue desdeñando por un poco de vanidad y poder. Y cuando se trata de atender nuestros temores siguen los demonios engañándonos con la autocomplacencia de justificar, aún, la violencia, la infelicidad y la barbarie...




Y tú... ¿conoces las esclavitudes de tu libertad?





Hasta mañana, felices tortugas.






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