miércoles, 5 de septiembre de 2012

el mundo es un Titanic...

... a punto de colapsar.

Queridas tortugas...

Últimamente, parece como si se cerrasen los caminos de nuestra humanidad. La guerra institucionalizada. Los partidismos radicales. La violencia normalizada. La sobrepoblación, la falta de empleo, la explotación laboral. El estado de "indefensión" de las y los niños. La sangre que corre como lluvia ante nuestros ojos con el designo de que, o cómplices o víctimas, también sufriremos la acción de la barbarie en nuestras vidas. El negocio de las armas. Los intereses de quienes sanguinariamente acumulan el poder a expensas del resto de los seres humanos. Las justificaciones conservadoras frente a lo que se debe tolerar como estado de naturaleza. Los incentivos para afirmar una sobrevivencia de competencia que necesita destruir para preservar y a la que ya no le importa crear. Sin rumbo, nos traga una ola de desamparo. Sin piedad, se avecina una infinita orfandad, en donde no conoceremos la paz.

¿Hay solución? ¿tenemos alguna alternativa? 

Me gusta pensar que así es... pero pierdo la fe. La inercia de la injusticia y la expansión de la violencia son tan poderosas que no termino de comprender cómo aprenderemos a vivir de otra manera. La corrupción vence todas la batallas. La mentira. Las sectas fundamentalistas y radicales son la certeza y la complacencia de quienes no saben que pueden ser libres y felices sin necesidad de odiar ni matar. La pertenencia de la diferencia y la exclusión de quienes necesitan sentirse por encima de los otros. El adoctrinamiento para matar. El vacío cobarde que necesita de la perversión para encontrarle algún sentido a la vida porque desconoce que la vida es ella misma su sentido. El odio intelectual y lleno de prejuicios que se regodea sin dar nada de sí. E incluso la ciega estupidez. Son quienes están triunfando. El hambre ciega. Y hoy el mundo tiene hambre de cultura, de amor, de vida. 

Empiezo a convencerme de que la maldad existe y a reconocer en todo atisbo de bondad sólo la ingenua ignorancia que confía, sin anticipar que sólo el hecho de confiar te convierte en terreno fértil para el abuso y la arbitrariedad.  


Y tú... ¿en qué mundo quieres vivir?



Un abrazo triste tortugas.






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