martes, 18 de diciembre de 2018

insomnio...

... de anticipación.



El fin de año se acerca aceleradamente y, al mismo tiempo, parece que faltara mucho para la navidad. La calma de un breve momento de relajación se aproxima en medio de un constante acontecer nacional que no tiene pausa. 

Quizás es tiempo de sumar esfuerzos para levantar a México y de confiar un poco más en los cambios en curso. El imaginar escenarios fatales no ayuda a colaborar para crecer juntos. 

Los seres humanos estamos conformados de un sinnúmero de mecanismo de sobrevivencia que alertan nuestros miedos ante los cambios, ante lo desconocido, ante aquello que no logramos comprender del modo en que nos hemos acostumbrados a comprender los sucesos de todo lo que nos conforma. Y sí, este mecanismo de nuestra psique y de nuestra fisiología: es algo a nuestro favor. Porque nos permite detenernos con precaución y conservar lo que nos hace bien, lo que nos hace felices: perseverar en la fortaleza de nuestras certezas. 

Pero cuando de transformaciones se trata. Del tipo que éstas sean. Ese detenernos... implica una decisión ética. Una decisión vital. En el seno de la pregunta: qué es correcto, qué vale pena poner en riesgo para crecer, qué vale la pena poner en duda para ser feliz... qué vale la pena renunciar de mí para convertirme en una mejor versión de mí mismo. Momentos en los que estamos llamados a vencer todos nuestros miedos y transformarnos. En aras de una fortaleza mayor.

Vivimos tiempos de valentía obligada. Y es difícil asumir tal responsabilidad. Porque venimos de años de alimentar un sistema que se nutre de cobardías, de precarios y mediocres incentivos de vida, de limitaciones, de sabernos amenazados por los peligros latentes a lo largo y ancho de nuestro territorio. 

Venimos de un modelo de vida que se nutre de la sobrevivencia a toda costa. En donde no ha habido un límite que nos impida vender incluso nuestra alma con tal de sabernos favorecidos en la balanza social. De la competencia feroz. Del adiestramiento sistemático para ganar puntos en la escala del mérito a costa, incluso, de nuestra salud. 

A costa de nuestros valores y, con mayor gravedad: a costa de nuestro goce en todas sus expresiones. En merma de la belleza... en merma del placer. Sin miramiento alguno ante el rostro del otro. Nos hemos acostumbrados a vivir sometidos a una vida que finca toda su existencia en la "productividad".

El problema no es el libre mercado (ni el modelo neoliberal per se)... lo que debemos corregir es que la vida humana no puede integrarse al mercado como una mercancía más. Y es urgente encontrar la manera de hacer rentable la posibilidad de una vida ética. Que no sepamos hoy medir el beneficio económico y productivo de una vida libre... no significa que ésta sea, en realidad, la fuente de todas las riquezas.

No hay forma de que en México se instaure un autoritarismo fascista de algún tipo, pues tal aberración ya es parte de nuestro imaginario social. De formas sutiles e imperceptibles. Y lo que estamos viviendo, en realidad, es un proceso totalmente inverso. Virtuoso. 

Estamos en el camino correcto para hacer vigentes todas nuestras libertades y hacer de la letra muerte de nuestra legalidad: una realidad efectiva. Y tal transformación duele... porque todos y cada uno de nosotros tendrá que transformarse en sí mismo. Y renunciar a lo que hasta ahora conocía como su estado de "bienestar". Es precisamente de este dolor: del cual nace el miedo que ahora nos llena de zozobra. Pero no hay forma de crecer (ni nacer) sin el dolor que posibilita las condiciones de expansión (o dilatación) para que brote una idea nueva (para que nazca un nuevo ser). Así, engendrar una nueva vida dentro de nosotros mismos. Inventar y construir una nueva realidad.

Quienes más afectados y temerosos se sientan ante los cambios que vivimos y se aproximan, cada día con más velocidad, se deben a la tarea de hacer un nuevo, y profundamente honesto, diagnóstico sobre lo alcanzado y lo no logrado, dadas las coordenadas que rigió el imaginario de las directrices que guiaron la toma de decisión en todos los niveles de gobierno y en todos los poderes del Estado. No pueden seguir cerrando los ojos ante todo lo que no ha dado los frutos prometidos. Se lo deben a México, por la honrosa posición en que se encontraron de ser parte del rumbo de nuestra patria por tantos años. 

Es hora de ceder el lugar y colaborar, con el corazón en la mano, para que las cosas resulten del mejor modo posible. Abrir la mente y reaprender las coordenadas. Engendrar juntos una nueva forma de medir y evaluar nuestra realidad. Para que esta vez logremos lo que hasta ahora no hemos podido alcanzar. 

En seis años haremos un nuevo balance y será el tiempo de resarcir lo que la Cuarta Transformación no pueda cumplir. Con generosidad. Por de pronto, no comamos ansias: es tiempo de conjugar soluciones inéditas. Y dejar de imaginar escenarios ideales y teóricos que en nada abonan para afrontar la realidad que nos comulga.



Y tú... ¿crees en México?



Abrazo enorme lleno
de magia de tortuga.
¡Soltemos nuestro miedo a vivir!



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