lunes, 22 de abril de 2013

un pedazo de mi corazón

El caos sigue haciendo estragos estos días, China tiembla, el volcán Popocatépetl ruge ... afortunadamente, el cielo nos promete una lluvia de estrellas. Y quizá uno que otro deseo se logre cumplir para alegrar nuestros corazones.

Estos casi cuatro meses que se cumplirán de este 2013 no he tenido empleo. Es un proceso que se elabora paso a paso. Estoy dando una clase en la facultad de filosofía y letras en aras de ir alcanzando mi meta del doctorado. Y he disfrutado mucho este tiempo de transición hacia una nueva vida laboral. La verdad creo que no soy buena docente (quizá no soy buena en nada: de otra modo no estaría desempleada)... Lo cierto es que a cada quien le llega su tiempo y a algunos el tiempo nunca nos alcanza. Entonces aprendemos a ser más relativos con el balance de las cosas. Y omitir el juicio severo de quienes nos reprochan no haber sabido hacer tan bien las cosas como ellos, lo cual es complicado de valorar. 

Llegando a los cuarenta y viendo las últimas fotografías que me han tomado, confieso que no me reconozco: envejecí de pronto. La cara abotagada... entre el sobrepeso y la torpeza de los años. La tristeza de la infinita soledad que roba el brillo de mis ojos. El desconsuelo ante el temor de una vida que no supo cumplirse a sí misma. Naúfraga a mitad del camino, siento que he perdido la confianza en mí misma. Antes bailaba con ritmo y gran entusiasmo, ahora olvido mis pasos cuando encuentro ocasión para bailar; salvo que se trate de la sala de mi casa: unos cantan en la regadera otros bailamos en la sala (y cantamos frente a la computadora...) Como si me faltase el aire... el ahogo y el agotamiento me obligan a detenerme. Ciertamente, estos son los vacíos que nos brindan una nueva confianza y despiertan en nosotros la fuerza necesaria para atravesar las tormentas del alma. Me disculpo, pacientes tortugas, por estas líneas tan depresivas... supongo que son resistencias al futuro y demasiado apego al pasado. Pero es bueno dejarnos sentir lo bueno y lo malo que nos habita: para alcanzar nuestra propia mesura. 

Cuando reconocemos lo que sentimos podemos revalorar aquello que nos entristece y desprendernos de las emociones que no nos ayudan a crecer para regalarnos el disfrute de nuestra vida. Porque cuando uno se siente con poco ánimo para ver lo bueno que llevamos dentro es indispensable encontrar una solución. Rodearnos de quienes gusten de nuestras virtudes, no de quienes se apoyen en nuestras debilidades e insistan en fomentarlas. Lo cual no siempre es sencillo, pues quienes más nos quieren serán siempre nuestros más crueles detractores. De ahí que la mesura y la objetividad es mucho más que un esfuerzo de la ciencia, o de la vida político social, la mesura y la objetividad es el candado del buen amor. 

Solo cuando miramos a nuestros seres queridos con la generosidad de la objetividad, logramos hacerles saber cuánto les amamos. Solo cuando quien nos ama nos  habla con mesura, podemos sentir la fuerza de su abrazo. Algo similar a la modestia o a la prudencia... como mesuras que nos damos a nosotros mismos para entregar nuestra palabra, para dar nuestro corazón. 

La prudencia no es algo que se nos impone desde fuera, ni algo que ponemos en práctica para los otros. Es un regalo que nos damos para lograr sentir con los demás, para latir con otro corazón, para escuchar otra voz que no sea la nuestra. Para esperar el encuentro con otra mirada, para sostener las emociones de nuestros amigos cuando se sienten agotados, es la pausa para interrogarnos cuando alguien nos desconcierta con sus acciones o con sus palabras. Es el espacio para entender por qué una palabra o un hecho nos lastima. Es la espera en donde se siembra la paciencia, es la letra que cosecha nuestras reflexiones. Es el momento que tenemos para hacer consciente el sentir de la inmediatez y mirar con distancia lo que ocurre a nuestro alrededor, al mismo tiempo que nos podemos ver a nosotros mismos. Y es en ese recogimiento, en ese espacio del silencio y de la modestia, de la espera sin anticipación, del pensar y reflexionar, del omitir y del actuar inmóvil, que asistimos el nacimiento del dominio de sí. Por eso la prudencia no puede nacer del miedo o del temor (ni de obligación o coacción alguna). La prudencia es un acto de nuestra serena libertad.

Volviendo a mis clases en la facultad, realmente lo disfruto. Desempolvar mis lecturas de hace más de 15 años!!! y descubrir que lo que bien se aprende nunca se olvida. Pocas cosas me han redituado más que las disciplina estoica de mis años de licenciatura. Esas lecturas en cuatro tiempos antes de hacer cualquier trabajo, empezando por un breve contexto histórico y biográfico. La primera lectura era en blanco y de corrido. Si acaso marcar ligeramente con lápiz un pequeño punto en algo de mi interés o anotar alguna interrogación en particular, fuera del texto, porque fui sumamente renuente a marcar los libros y guardaba para ese propósito una versión en fotocopia. Salvo cuando se trató de la crítica de la razón pura y la fenomenología del espíritu, en donde ediciones preliminares hicieron las veces de fotocopias y sin vergüenza remarqué todas sus páginas (... de ahí en adelante perdí el pudor por falta de fondos para las fotocopias -si lograba invertir en los libros, o ya directo al papel bond, sin pasar por lo libros, también en ahorro o a falta de ediciones disponibles; quizá parte de estos rituales nace de los libros de la biblioteca que nos imponen el respeto de esta primer lectura en blanco: sin taches, desde una época en que no contábamos con las copias xerox, o desde mi época en que todavía no teníamos el acceso a textos en internet que hoy es una realidad revolucionaria de las disciplinas de estudio y de los métodos del saber; en cambio, la época de la maestría fue el reino de la infinitud de las copias y de las lecturas rápidas y a salta renglón, en tanto esto ya fue bajo las reglas del ITAM, las políticas públicas y la aceleración de la acumulación de información de manera mucho más inmediata y aplicada a ecuaciones matemáticas y estadísticas,  la mayoría de éstas en ingles y siempre siguiendo el trazo del plano cartesiano; pero esto fue otra aventura: igualmente bella e igualmente retribuida con regalos totalmente inesperados)

[Volviendo a la filosofía] Después venía el ritual del resaltador, al menos dos colores y diversas indicaciones con el lápiz, así como integrar esas primeras interrogantes al texto. Este segundo esfuerzo era mucho más pausado y daba lugar a la transcripción de las citas en el tercer intento, largas y metódicas para concatenar primero el sentido mismo del texto. Finalmente la selección del tema y contenido del trabajo final y la incorporación de este esfuerzo a un texto más propio, una lectura selectiva y enfocada a sustentar este escrito, que siempre procuré rebasara los límites de lo descriptivo e interrogara la lógica de los filósofos desde sus planteamientos de origen para aportar conclusiones que cuestionaran tanto la coherencia como las inconsistencias de sus ideas. Lo cual fue muy divertido. Ciertamente, cumplí a la letra la advertencia del dicho "quien mucho abarca poco aprieta" así que con recato, precaución y timidez, aspiraba a optimizar la comprensión en aras de minimizar la cantidad, así que siempre preferí ir paso a paso y calma cuando se trataba de elegir mis lecturas y acotarlas, con plena honestidad conmigo misma. Pues valoraba mucho el tiempo que debía invertir en cada texto para sentirme satisfecha y lista para hablar sobre él. Lo cual me heredó malos hábitos ya que en la vida real lo importante es arribar de inmediato al texto y ofrecer resultados tangibles de una lectura de manera muy sistemática: un par de citas aquí y allá, explicar un par de conceptos básicos que se concatenen con base en los enfoque legitimados en fuentes de la materia en cuestión y "voilá" tenemos un muy buen artículo. Por lo que podrán inferir que no escribo buenos artículos. Las personas piensan que es porque no sé cómo se hace, en realidad es que si no se trata de escribir a título propio (lo cual puedo hacer con mucha fluidez como lo hago en mi blog) necesito todos estos pasos previos, los cuales ni mi vista  (ni mi memoria) ya son capaces de retener, así que estoy a la espera de que madure mi cerebro y olvide un poco las mieles de la pausa, afianzando las competencias de la maestría que, en cambio, fueron tan veloces que también me impiden retener por mucho tiempo la atención, ya que en este caso fue optimizar la cantidad y minimizar la atención para lograr otro tipo de comprensión. También muy apasionante. Pero es información de la cual me cuesta hacer un relato minucioso porque son ideas que se atropellan unas otra y que se sintetizan en acciones precisas, valoraciones, ponderaciones, resolución de problemas, toma de decisiones, respuestas, conclusiones, mirar en el margen y detectar esa mínima inconsistencia que altera el equilibrio; en donde no cuenta el desarrollo del contenido sino el acierto en el resumen de la deliberación. 

Digamos que la primera es la narrativa del texto escrito y la segunda es la narrativa de una presentación [PowerPoint]. Complementarias, muchas veces difíciles de verbalizar fuera de su propio contexto y en general renuentes a retornar a la expresión escrita como mera descripción metódica, en tanto su esfuerzo tiene más que ver con dos formas de pensar que con dos formas de expresión. 

Realmente amé estudiar filosofía. La filosofía me regaló el problema de la conciencia cuando yo solo acudí a ella para entender la ética y desde su perspectiva buscar alternativas educativas para transformar nuestro modo de ser en el mundo y dar lugar a nuevas comprensiones de nuestros sistemas económicos y sociales, lo cual ya no lo esperaba de la filosofía. A cambio, pude comprometerme con preguntas filosóficas mucho más profundas y descubrir el problema del tiempo, la reflexión ontológica y habitar los abismos de la metafísica, tres metas que estaban fuera de mi territorio de origen, de manera deliberada. Pues la complejidad de estas materias era algo que prefería no bordar. Y ésta es la generosidad del saber. Una vez que me pregunté ¿qué es la conciencia? mi vida nunca volvió a ser igual. El problema de la conciencia me regaló a Hegel y me arrojó a la epistemología.

Hoy estoy en medio de una encantadora paradoja. Bajo la hermosa luna de esta noche, todo se siente diferente. El viento refresca y espero anuncie las aguas por llegar. Tras un día de sol y sentimientos de paz. Preparándome con entusiasmo para un nuevo encargo laboral, trato de concluir una tesis de doctorado interrumpida por la vida, el enamoramiento y los derechos humanos, así como opacada por el deseo de escribir aquello que encontré en mi búsqueda por comprender nuestra conciencia. De enero a hoy he tratado de limitar aquellos amplios propósitos porque solo uno a uno se pueden cumplir, tratar de hacer todo al mismo tiempo es insistir en postergar sin llegar a concluir. Así que ... el tiempo apremia y antes de tener que dejar los días lindos de bosque entre la serenidad y la melancolía, admirando la linda luna sin tristeza alguna y compartiendo mis sueños con las estrellas junto a los secretos de un monte vecino... una tesis será hecha sólo por el placer de empezar un hermoso libro en donde les cuente los misterios del hito de la verdad.

Y quizá poco a poco mejore mis dones en el salón de clase, por ahora los alumnos con sus preguntas me recuerdan cuánto no sé y cuánto he olvidado (y ellos gustan de sonreír ante mis torpezas). Disfruto mucho este espacio de dos horas a la semana en que puedo libre expresarme y sentir que transmito al menos dudas e inquietudes que los inviten a filosofar sobre las necesidades éticas de nuestro mundo contemporáneo. Un poco de bioética, un poco de filosofía, muchas preguntas para la ética, un poco de mí y el desconcierto en sus caras. A veces inquisitivas, otras veces interrogantes, incluso desafiantes, pero siempre atentos. Regalándome la satisfacción de ser escuchada y tomada con seriedad en cuanto al compromiso que debo asumir con cada palabra que pronuncio. Es fascinante. Porque yo nunca he sido erudita y ahora de pronto ellos esperan que yo sepa mucho más de lo que aspiro saber y sin embargo me siento obligada a darles algo a cambio de lo que no les puedo dar. Y me siento en deuda con ellos, porque en pocas clases me han dado mucha claridad, el solo esfuerzo de articular mis ideas en el pizarrón es detonar el creativo pensar y debo apresurarme a anotar en mi cuaderno lo mismo que acabo de decir, para volver a reflexionar sobre aquello que les acabo de explicar. Llego a casa y a mitad de la noche recuerdo algo que dije y que no fue correcto o del todo preciso. Y es cuando siento que no soy buena para el trabajo docente...



Y tú... ¿habitas tu corazón al ritmo de la tierra?



Feliz día de la tierra...

http://www.youtube.com/watch?v=wAmtLN4PlLU  [...un poco de Caetano]
 yhttp://www.youtube.com/watch?v=cGGu5igy7gw  [...un poco de Mirabai]

Hasta mañana amigas tortugas.







Y un poco de amor... http://www.youtube.com/watch?v=C_0pIyLZvlE para empezar la semana e inspirar esta noche de estrellas...



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