miércoles, 31 de mayo de 2017

el canto...

... de la sirena feliz.


din din... din don... ...tin tin... tin ton... din din din... tin tin tin... suena el caracol para despertar el sueño de la sirena de miel. Ella duerme, desde hace siglos, en el fondo de los mares de oro...

Estornuda, escucha a lo lejos una llamada melódica que la arrulla en calma... se suma al caracol el cauce de los ríos y sin percatarse... sus pensamientos la atrapan. Se despereza con calma, respira profundo, siente los latidos de su corazón... recuerda uno a uno sus sueños. Sonríe. Se interroga. Empieza a recordar. Al abrir los ojos descubre un océano lleno de alegres delfines de todos colores. El reflejo cristalino del sol ilumina un millón de estrellas de mar flotando en la superficie. Despierta... al encuentro de la magia de la música y traza con su nado el bosquejo de un lienzo en blanco que anida la nueva forma de su corazón.

Entonces se encuentra con un enorme caballito de mar, luminoso, con ojos de miel color verde manatial, forjado de arcilla lunar, nacido en una galaxia hecha de las promesas del futuro, de cabello rizado con brillo de cobre anaranjado, transparente y con un corazón que, al latir, se tiñe de colores... Él la miró por una eternidad. Entonces, se acercó a su oído y le dijo... ¿por qué tardamos tanto en despertar?  

Se besaron y el tiempo, al hacerse uno, detenido en el infinito, los transportó a esa playa en donde aguardaba su hogar. Reconocieron sus manos, descubrieron sus pies, acariciaron su piel, rozaron sus rostros, se volvieron a mirar como si fuera la primera vez que se encontraban... y nacieron a un nuevo modo de habitar su ser humanos. Recorrieron los intensos paisajes de su alma sin desdeñar uno solo de sus días. Inventaron un mundo libre. Anidaron a la sombra de un árbol gigante que mostraba cada una de sus raíces como si hubiera sido traído de una selva ancestral. Ladrillo a ladrillo construyeron una fortaleza de madera, sin muros ni puertas, para juntos... descansar. 

Una mañana llegó el ángel custodio de su amor,  adornado de flores y acompañado de aves que anunciaban la llegada de un hijo del sol... La magia los abrazó por siempre. Cantaron y bailaron cada uno de sus días para nunca olvidar despertar a su encuentro de paz. Para no volverse a hechizar en las profundidades del mar, no dejar de nadar con delfines de colores y admirar sin excepción alguna: las estrellas en el cielo y en el mar... Para sus manos no volver a soltar... Las manos que darían nido a un niño hecho de amor y verdad. Juntos los tres recorrerán los océanos y las cordilleras de un tiempo por comenzar.



Y tú... ¿ya descubriste el rostro de tu caparazón?






Feliz día... lleno de magia de tortuga.






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