jueves, 10 de marzo de 2022

2022...

 ... felices comienzos.



Queridas tortugas, espero que este año traiga un nido de sueños cumplidos en el cual vean nacer una forma de ser y de sentir. Una nueva forma de ser felices. Y este año en particular, recibamos al Tigre de Agua con los brazos abiertos. Que trae consigo suerte, fuerza, amor y sueños cumplidos. Amén.

Yo regresé, hace ya casi dos meses, de un viaje maravilloso. Quizá uno de los más felices que recuerdo. Un viaje de presente que trajo de vuelta el pasado dichoso. Un viaje de pasado que hizo del presente un espacio renacido. Una bella travesía familiar tras dos largos años de resguardo. Un itinerario de risas y amistades profundas. Un espacio suspendido que revaloró todo alrededor. Un tiempo pleno en el cual no existía otra cosa que la belleza del horizonte. Y es por eso que estuve ausente. De viaje y divinas vacaciones familiares. Abrazando los caparazones de las tortugas mágicas de mi vida quiteña. Agradecida y bendecida. Tomando nuevos aires y recuperando mi hogar de miel en medio del bosque tranquilo. Abrazando la magia de las cabañuelas en enero. Recibiendo las mieles del espíritu romántico de febrero. Y en plena limpieza para recibir la primavera en medio de un marzo espléndido de sol radiante.

Voy a tratar de hacerles un breve resumen, antes de pasar a temas urgentes que harán de este 2022 el año de la nueva política... de la construcción de un renacido paradigma en el cual quepamos todos siempre y cuando encontremos soluciones justas, creativas y dignas. Porque he postergado esta entrega y ya estos nuevos temas, más la tristeza de una nueva guerra: injustificada como todas las guerras... ocuparán las letras de un nuevo día a día en el cual espero estar más presente en este mi espacio vital.

Parte del relato de hoy lo escribí esperando en el aeropuerto (casi vacío) tomar el autobús hacia mi bosque de ensueño... fueron tres horas al filo de la madrugada hasta el amanecer. Otra parte hace un mes...

Esta vez decidí alargar lo más posible mi estadía. Lo obvio: quería estar más tiempo con mi familia. Igual de importante: ver mucho y a muchos de mis amigas y amigos. Fundamental: evitar lo más posible las aglomeraciones en los aeropuertos. En resumen... exprimir al máximo la ocasión de poder volver a alcanzar los cielos. Al mismo tiempo, hubo que tomar muchas precauciones y cuidados para dejar el hogar en buenas manos. Mila, Ághape, Kio y Aika: bien cuidados para procurar no padecieran mucho la ausencia. Todo se logró con bien y una puerta de colores se abrirá al regresar: para dar cabida a todas las bellas vivencias que acompañarán la cotidianidad plena este año que avanza aceleradamente.

El día de la partida fue todo un reto volver al ruedo de las multitudes sociales. Careta, doble mascarilla y maletas llenas de regalos. Formatos iban, venían y faltaban. La vista se empañaba y noté la ausencia de mis anteojos... la letra chica es algo ya imposible para mis 48 años. Llegué corriendo a la sala de abordar, justo a tiempo para ocupar mi lugar. Un paso casi fugaz por Panamá, los últimos encargos, los cuidados, la sana distancia y la ilusión de ya estar próxima a mi destino. El cielo se regaló y el viaje fue realmente placentero. Al fin: Quito... frío... un poco de neblina y la noche de la cordillera a 2850 metros de altura son de las cosas más bellas que existen. El gran recibimiento, el árbol de navidad iluminado y listo para su decoración. 

Así, empezó la cuenta regresiva para recibir la natalidad. Noche ilusionada de desvelo para ver el árbol completo (el más bonito del mundo), las llamadas, los mensajes, las charlas, los desayunos y almuerzos. La cita puntual para ver la novela todas las noches. Y los motores arrancando para la cena y el recalentado. Cocinar y comer... comer y cocinar... entre los quehaceres de la cocina culminar. Vino, risas, sonrisas y abrazos. 

El 25 fue un oasis en medio del desierto, por un instante el virus dejó de existir. La semana siguiente, la más extraña y melancólica del año: esos días entre navidad y año nuevo... nos arropó con la resaca de una nueva cepa que empezaba a inundarnos por doquier. Afortunadamente invictos. Sana distancia dentro de casa. Y la ocasión para seguir abrazando a mis familias que habitan otras latitudes de la Tierra y llenan mi alma; encontrar un mínimo momento para darnos un detalle profundo, a través de la multiplicidad de redes sociales y medios de comunicación; y recordar que la distancia no cambia el amor que nos une. 

El año nuevo empezó con un largo 31 lleno de conmemoraciones, el Cotopaxi majestuoso, el sol resplandeciente... para concluir con un fuego, de llama alta y brasas incandescentes, que consumió todo lo añejo para dar vida a todo lo nuevo al ritmo de la música y el compás de las uvas.

En nuestra casa los festejos llegan a la meta final el día que cumple años mi madre, así como, siempre están acompañados del día en que cumple años mi hermano mayor, antes de año nuevo. Mis amados capricornios... quienes comparten las fiestas con su fiesta. Ya para el día de Reyes... estamos exhaustos.

Y sin esfuerzo alguno, nació el fuego nuevo... este 2022 llegó pleno, intenso, feliz. Colmado de sonrisas y carcajadas.

De pronto, el viaje se hizo más corto, porque ya no era tan sencillo reunirse con las y los amigos. Volvió la precaución. De todos modos, los cariños de toda una vida rompen toda barrera y hubo más de una forma de encontrarnos y compartir. Gracias.

El día de la  despedida concluyó la estadía con broche de oro. Una visita inesperada y muy añorada. El cielo tronó con fuerza. El granizo. El aguacero. Las risas, las complicidades y afinidades, el cariño de siempre, los recuerdos y los brindis en honor a la vida que todos perdimos pero que conservamos con fuerza en nuestros corazones hermanados. Y de pronto el sol de vuelta, el Cotopaxi en su última aparición bañado de nieve por completo y el atardecer haciendo de las nubes algodones de azúcar traslúcidos. Un día perfecto.

Dormir. Desayuno. Maletas. Aeropuerto... abrazos inmensos con la certeza de que estamos cerca, estamos bien y pronto... prontito... podremos vernos de nuevo. De la mano de Dios. Otro vuelo de encanto, un paso todavía más fugaz por Panamá, tras recorrer el aeropuerto de punta a punta; y cuando me di cuenta ya estaba aquí (en el aeropuerto)... esperando el autobús.

Las palabras no alcanzan para colmar las experiencias que llenan esta estadía. Estar en Quito es probar un pedacito del paraíso. Cambia mi forma de hablar por completo, sin darme cuenta; es como si nunca me hubiese marchado. Me siento en mí. Como en mi Guatemala y en mi México. Esta alma mía partida en tres raíces es realmente muy pero muy afortunada. Y de vuelta a la realidad traigo conmigo la dicha de haber convivido y compartido los espacios del día a día que en mi estar son más bien un monólogo en solitario, muy dichoso también, pero nada se compara con poder dar los buenos días y las buenas noches cada despertar y cada anochecer. A ocho manos en la cocina hacer malabares para sostener la rutina de cada quien y en solidaridad salir del paso de esas pequeñas cosas que construyen un hogar. Y sonreír cada mañana en el balcón ante la cordillera. Valió la pena, la espera en cuarentena.

Y de vuelta a la realidad... ha sido difícil retomar el hilo. La casita está totalmente renovada. Y yo apenas al recibir este año nuevo chino retomé por completo mis dominios. Creo mi regreso se vio interrumpido por omicrón... pese a las precauciones. No lo sé a ciencia cierta. Pasé unos días en que sí me sentí un poco apaleada, la garganta estaba inquieta y la cabeza me dolió de manera poco usual. Pero me apapaché mucho y cuidé poquito a poquito de mí, regalándome el placer de reconciliar el tiempo nuevo con mi agotamiento. Muchas series y películas, mediante. Los últimos capítulos de la súper telenovela "Querer sin límites", que al fin terminó. Días más bien de sol y hermosos, con la irrupción de una que otra lluvia. Mucho polvo, polen y tierra que siempre dan un poco de alergia. Y la tortura de una construcción que lleva dos años taladrando la paz del bosque... El reencuentro con los pequeños habitantes que llenan mis horas y reclamaron con celo mi presencia de vuelta; Mila, Ághape, Kio y Aika. Ponerme al día con mis quereres del alma, lo cual creo que es lo más importante de la vuelta. Vacuna de refuerzo. Y la ocasión para bellos y esperados encuentros, así como, retomar el contacto y comunicación con quienes me habitan. 

En fin. Lo cierto es que lo que me ha tomado más tiempo es tratar de entender qué está pasando en nuestro muy amado país. Y lo que me ocupa en este nuevo ciclo de vida que nos regala el paso de las horas y las días es aterrizar a uno de los propósitos más importantes de este año: tener un empleo formal. A la vez que abrazo mis anhelos para esta nueva vuelta al sol (de la mano del nuevo ciclo lunar): publicar mi libro, escribir otro y descubrir un amor verdadero que se lleve con su presencia feliz, con arrebato, con entrega recíproca y con alevosía... mis largos años de soltería. Así sea. Ya es mi tiempo... ¿no les parece mis queridas tortugas?

Y ahora sí, entremos en materia. Tras esta larga introducción.

Percibo que ya nadie quiere hablar mucho de la vida pública y política de nuestro país. No sé si es simple desencanto. Tengo la certeza de que sí es agotamiento: ante los desvaríos de ya saben quién; y hartazgo ante la confrontación. Pero no adivino si es también una profunda necesidad de tener confianza en que las cosas no están tan mal como parecen. O negación ante lo inminente. Me da la impresión de que la campaña desde palacio sobre que son los medios (y los "adversarios") quienes tergiversan la realidad: va dejando huella. Lo cual es un problema. Porque llama a la pereza de informarnos críticamente. Los horrores de la violencia son tan graves que también el silencio parece el refugio... para conservar un poco de paz en medio de tanto terror ante el horror. También me parece que el coletazo de la pandemia en el mundo entero nos dejó un poco pasmados. Lo cierto es que las voces de la disidencia se pierden entre la irritación, el ardor, la revancha, el reclamo, el enojo y la angustia compulsiva... sin abrir cauce a una otra narrativa: verídica y consistente. Esperanzadora. Lo cierto es que sólo el humor nos salva...

No logramos trazar una presencia sólida que nos dé sustento y consuelo para volver a interesarnos por el panorama nacional y los grandes eventos por venir en cuanto a lo electoral. Al mismo tiempo, y con bien, creo que las agendas legislativas van ganando terreno. ¡Claro! ...mucho interés tiene el inquilino en tales logros. El tren maya fracasa flagrantemente. Lo cual es triste. Y las refinerías, junto con el aeropuerto, son en estricto sentido: un costo hundido. Así como, los nuevos nombramientos para las embajadas no son otra cosa que un reflejo más del desprecio por el mundo que tiene este gobierno. Se suma el rencor hacia la verdad y la libertad de expresión que siente la 4t. en cada una de sus expresiones. El tratar de caminar por el camino de en medio frente a la invasión de Ucrania y dar tibios pasos que tratan ellos mismos de opacar y matizar ante las huestes contentando y entreteniendo a su público con la visita de Lula. Culpando a las armas estadounidenses de la violencia como si se dispararan solas. Cosechando para su agenda personal cualquier dato que puedan tergiversar volviéndolo mérito propio. Haciendo el ridículo de todas las formas posibles. Imponiendo una revocación que sólo quiere ratificar sus falsas intenciones. En conclusión: incapaces de afrontar la realidad y de brindar soluciones de fondo, de largo plazo... para el beneficio de toda la población, sin discriminación alguna.

Y sí, no son iguales: son peores. En particular porque no muestran el más mínimo recato ni respeto ante la coyuntura histórica que les ofreció el triunfo. Más allá del resultado de las urnas. El contexto de las necesidades urgentes que nos colocaron a todos en la situación de depositar el último retazo de esperanza en una promesa acariciada por más de 12 años, en una alternativa no del todo satisfactoria pero sí, aparentemente diferente. Plasmamos sueños y utopías. Cada quien quiso ver su propio rostro en la frase "juntos haremos historia". Y sin darnos cuenta formamos un rompecabezas inimaginable (y maravilloso) en el que cada quien podía ocupar un lugar digno. ¡Oh sorpresa! Los triunfantes tenían un bosquejo más rústico, de cortas miras, altanero y lleno de turbias ambiciones con las que justifican llevarnos a la edad media de nuestra historia. Desfasados en época, sin una perspectiva temporal actual y con un afán indignante por perpetuar los defectos más severos de nuestra sociedad. Incluso los más escépticos han sido llamados al asombro ante el alcance de tal aberración del pensamiento que se plasma en sus discursos y con consecuencias funestas en la acción. A largo plazo... tendremos que volver a empezar. Pero sin mirar atrás. Hoy tenemos la oportunidad de hacer incluso más de lo que esperamos que se podía llegar a esperar en el 2018. Y con expectativas más realistas y certeras. Pero debemos empezar a ponernos de acuerdo... para que esta vez no resulte que cada quien, al nombrar una misma palabra, imagine realidades irreconciliables entre sí. Ese es el problema con la perspectiva plural, se corre el riesgo de no lograr la conciliación y, ante la ausencia de consensos de fondo, sólo dar pauta para llenar de conceptos vacíos el imaginario colectivo. En tales vacíos anidan los fervores entusiastas, e incluso extasiantes, de los cuales nace también el fanatismo violento que sólo puede mirar un punto de vista y con furia se desgarra ante la posibilidad de que alguien piense diferente.

Lo cierto es que el eco de un pasado reciente cargado de falacias, previas al 2018, nublan con fuerza cualquier intento por poner en evidencia el abismo por el que atravesamos como sociedad y como país. No hay resonancia contundente para dialogar con la situación que enfrentamos. Y sí hay mucha resonancia que todavía convence y conmueve, o enoja y atemoriza, en cada palabra que pronuncia la voz de la cuarta transformación.

Hay muchos diagnósticos que debemos apresurar para tomar decisiones virtuosas. 


Y tú... ¿cómo describes hoy nuestra realidad... cómo recibes los felices nuevos comienzos?



Fuerte abrazo...
lleno de vida y de mundo.
Gracias hermosas y felices
tortugas.


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