sábado, 12 de marzo de 2022

diagnósticos...

 ... y probabilidades.



Ahora sí. Entremos en la materia que más nos ocupa para lograr construir un futuro real. Dejemos descansar a nuestro corazón en un lugar seguro: libre de toda contingencia. Y despertemos nuestra alma para escudriñar con sumo cuidado la probabilidad de comprender, si la hubiese, el contexto en el que nos encontramos. Tratemos de trazar una figura que nos diga cuáles son los problemas cruciales que queremos resolver como país y, entonces sí, analizar la manera de encontrar soluciones ciertas y certeras.

Quizás... valga la pena, y el esfuerzo, empezar por reconocer que volver atrás no es una opción. Es algo físicamente imposible. Las condiciones de tiempo y espacio prestablecidas hoy son inconmensurables con cualquier otra sucesión de eventos ya dados a través de la historia. Con ello me refiero a que dejemos de idealizar los años que precedieron este gobierno, tres sexenios mediante. Asumamos la responsabilidad compartida por todos de que las cosas estaban tan mal que ganó la opción del presidente en turno. Sin importar quién votó por quién. También hagámonos cargo que no hubo candidatos competitivos ni a la altura de la contienda que construimos como ciudadanía y en comunidad en el 2018. Porque parece un poco confuso, cuando se critican las decisiones en curso, si sólo se trata de defender lo hecho antes o cuándo en realidad se trata de alertarnos ante la posibilidad de no estar construyendo las mejores bases para un futuro viable. A lo que me refiero es que lo hecho: hecho está; y si pensamos en el mañana, será importante diseñar algo distinto no sólo a lo que hoy se está construyendo (si se quiere... destruyendo) sino también algo mejor a lo que ya dejó de ser. Porque la nostalgia raramente nos lleva a buen puerto. Creo que ésta es una de las lecciones aprendidas en estos tres años en los que se ha tratado de justificar un pasado recreado a modo para sustentar un presente sin rumbo. Aprendamos que no se trata de culpar a diestra y siniestra. Se trata de hacernos cargo. Sin mezquindades. De acertar un momento oportuno en medio de la adversidad.

Sabemos que somos más pobres hoy que ayer y, al mismo tiempo, se ha redistribuido tal carencia de modos distintos. Sabemos que no tenemos una alternativa efectiva para resolver todo lo que refiere a la seguridad ciudadana. Como tampoco existe un modelo de desarrollo (en el mundo) definitivamente satisfactorio para erradicar la pobreza ni la precariedad derivada de la misma. Sabemos que la educación sigue siendo una promesa incumplida en nuestro país. Sabemos que el empleo bien remunerado, para el total de la población, es una asignatura pendiente. Y hasta aquí concentraré mi atención. Por de pronto. Como el tronco a partir del cual tendríamos que poder trazar el enramado de una mejor manera de vivir en comunidad. 

En correlación... ¿Qué tenemos? Un entramado social roto. Severos niveles de violencia. Inflación. Ingresos insuficientes. Dificultades para acceder a los servicios básicos que, a su vez, suelen ser deficientes o al menos insuficientes. Niveles educativos muy por abajo de lo óptimo, rezago y deserción. Desempleo. Falta de profesionalización para llevar a cabo oficios prácticos y técnicos. Y exceso de profesionalización universitaria en cuanto a su correlato en materia de oferta laboral.
 
Por otra parte, no podemos dejar pasar desapercibido el hecho de que adolecemos de una crisis profunda en cuanto al respeto entre conciudadanos. El respeto a la diferencia. El respeto a la propiedad ajena. El respeto a la integridad física y moral. El respeto al dolor y la necesidad del otro. El respeto, también, a la felicidad y plenitud de cada uno de nosotros. El respeto a nuestras creencias y valores en tanto disímiles. El respeto a nuestras opciones políticas y religiosas. A nuestras opiniones y preferencias. A nuestra libertad. En conclusión: el respeto a nuestra igual dignidad entre pares. 

El territorio de la política, desde el gobierno, sienta bases cada vez más arcaicas en el sentido profundo de la aniquilación moral y de la sobrevivencia a través de la fuerza y el poder. En correlato, también, con una oposición que no siempre logra moderarse ante tal osada provocación. Como si estuviésemos en medio de una trampa. Un agujero negro que nos consume: nos movamos hacia donde nos movamos. Unos tratan de dogmatizar nuestra libertad de pensamiento y los otros tratan de domesticar nuestro espíritu crítico como medida de contrapeso. Entre ambos polos se pierde lo que de verdad importa: las soluciones efectivas. 

En ambos lados de esta moneda, que se quiere pintar de blanco y negro (sin matices reales: sin respeto a las necesidades legítimas de cada una de las personas que conformamos el pueblo/ciudadanía... es decir: la nación), existe la misma añoranza de un tiempo perdido que pudo ser mejor si hubiese llegado a prevalecer por encima de adversarios y detractores. Nada o muy poca autocrítica. Y una lógica revanchista compartida. Pues si en el 24 cambiara de color el partido en el gobierno ¿qué nos garantizaría que no tendríamos que vivir otros seis años de "ajuste de cuentas" como un proceso para resarcir el consenso de los "agravios" de la no transformación (más bien regresión) que vivimos? ... mientras vemos todos seguir derrumbándose ante nuestros ojos lo poco que nos queda de vida nacional. Intentar recrear lo que se modificó este sexenio, destruir cualquier rastro de la 4t con la excusa de tener el voto mayoritario en las urnas como respaldo legítimo... nos llevaría a una continúa regresión: a un punto de no retorno. Sin consenso. Sin país.

Por ejemplo: si MORENA perdiese la Ciudad de México ¿se arrebatarían todos los proyectos y programas de los cuales depende la vida de millones de capitalinos? ¿Qué pasaría con las instancias educativas de nivel medio superior? ¿Sería un quítense los unos que ya llegaron los otros? ¿Sin miramiento alguno? Estamos en una coyuntura que merece alzar la vista y buscar acrecentarnos sin más exclusión. Sin odios. Asumir la política como una forma de garantizar la vida digna de todos por igual sin sucumbir ante capricho alguno. Con respeto. Y parece que no todos quienes integran la oposición están dispuestos a tales virtudes. Su furia, y el desquite que de ella emana, sólo fortalece el eco del discurso de todas las mañanas. ¿No les parece que ya nos han arrebatado suficiente... los unos y los otros...?

De ahí que sea tan fundamental sumar todas nuestras fuerzas para contender unidos en las urnas y elegir a la candidata (ya nos toca a las mujeres gobernar este país... ya basta de los "señores" de la "política"...) que logre unificar esta suma de voluntades de la mano de un perfil idóneo y a la altura de las necesidades de fondo que es tiempo de afrontar. Con visión de Estado. Así también es esencial y de gran trascendencia: construir un plan de trabajo, desarrollar un excelente proyecto en el cual quepamos todos y que sí logre cambiar los datos dentro de los cuales ahora sólo nos ahogamos, nos decimos y desdecimos... a veces con sustento... a veces: sólo pataleando.
 
El centro debe preponderar ante los extremos, ambos ultra conservadores, entre los cuales hoy nos debatimos en materia de opinión pública. La institucionalidad y la formalidad deben privar ante la improvisación y el desparpajo. Con valentía es momento de dar un paso hacia adelante y pisar juntos los caminos nuevos que podemos construir.

Hay un factor constante entre todos los problemas que nos aquejan y que habrá de seguir analizándose y desglosando con paciencia: una condición común a todas nuestras carencias (las aquí anticipadas y otros temas no mencionados todavía: corrupción, impunidad, legalidad, justicia, medio ambiente, política fiscal, política energética, productividad en su sentido más amplio y todo lo que en ella cabe, el problema de las drogas y todas sus vertientes, desde el consumo hasta la criminalidad organizada a gran escala; etc.). Una carencia común: el financiamiento. 

De dónde sale el dinero y para qué se usa. Qué se sacrifica. Qué se prioriza. Qué se posterga. Para cuánto nos alcanza. De qué manera se transfiere. Cuáles son las medidas con mayor beneficio. Qué se subsidia. Cuándo se pide prestado. Sin dinero no podemos invertir ni acrecentar el nivel de vida de la población. Tampoco podemos incrementar el empleo ni la capacitación para una profesionalización de alto nivel en todos los oficios que conforman el entramado de relaciones económicas y sociales que nos sustentan en interacción comunitaria. Sin ingreso no hay consumo. Sin consumo competitivo no hay equilibrio de mercado. Y sin mercado no hay subsistencia.

Parecería ser que las necesidades de la vida, tal y como la entendemos hoy, no poseen un respaldo sólido ni un correlato sustantivo con la disponibilidad de recursos financieros que la lógica del mercado nos ha permitido garantizar hasta ahora. Vivimos en números rojos. Ahorcando el trabajo remunerado y recargándonos en las remesas. Atados al lavado de dinero. Y aún así: estamos en plena guerra civil. O quizás: precisamente por ello.

La interrogante primordial es: cuánto dinero necesitamos y en dónde lo podemos encontrar. 


Y tú... ¿cuántas maromas haces para llegar a fin de mes?



Hasta mañana...
mágicas, trabajadoras
y comprometidas
tortugas.
Las abrazo con fuerza.
Gracias!





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