miércoles, 15 de noviembre de 2017

temor y liberación...

... el territorio en que se juegan nuestros deseos.



A lo largo de nuestra vida, existen, entre nuestras corazonadas, diálogos recurrentes. De algún modo, hay interrogantes que alimentan todas nuestras reflexiones y problemas no resueltos que nos obligan volver una y otra vez a nuestros dilemas originarios.

En mi caso, la relación entre el límite de nuestra libertad y la infinitud de nuestro deseo; además del tema que raptó mi filosofía, hace más de veinte años: el problema de explicar la conciencia con base en el funcionamiento cerebral. Y las delicias que estos caminos le han regalado a la posibilidad de mi vocación de encontrar una solución, al menos satisfactoria para mí. Cruzar los senderos de la ética, la epistemología y la fenomenología para aterrizar en la ontología... (sin temor a la metafísica y de la mano de la dialéctica)... en conclusión: en la filosofía primera. Aquella a la que todos los filósofos han aspirado; con intención explícita o sin ella. Son los senderos de mi felicidad profunda. Esa que solo podemos compartir con las letras (...la música) y con las certezas que nos ofrece nuestra soledad.

Ahora bien, si pudiera rastrear tales ambiciones y disertaciones. Tendría que regresar, sin duda alguna, a la intuición primera de nuestra experiencia, en tanto seres de conciencia (y por ende: libres). La experiencia del miedo y el goce de la liberación de tales temores. 

Lo cual es siempre un ejercicio mucho más lúdico. Por más duras o atroces que hayan sido las batallas de nuestros miedos. Definitivamente, el goce más grande es liberar tales límites y descubrirnos otra persona de la que creíamos ser. Descubrir nuevos rostros en quienes creemos conocer. Reconocernos dueños de nuestro deseo. Y libres para amar.

Y lo más apasionante de este camino es que no tiene fin. Quizá solo la muerte lo clausura. No importa cuánto creamos que hemos vencido los miedos que componen nuestra psique, la ocasión de volver a enfrentarlos, o reconocer nuevas resistencias, está siempre abierta y latente. De otro modo, dejaríamos de crecer. Estaríamos impedidos para transformarnos a nosotros mismos. Tales periodos de estancamiento, tener el valor para reconocerlos y la audacia de enfrentarlos, es en suma lo que compone nuestra dialéctica vital. 

En este camino, hay días de miel en que parece que hemos resuelto todas nuestras dudas vitales. Si nos acostumbramos a este sabor edificante de nuestras batallas ganadas, sucumbimos en el error, el exceso, la soberbia y la arrogancia. Es triste descubrir que, sin importar cuánto logremos dominar el curso de nuestras vidas, el control que experimentamos es ilusiorio y momentáneo. Abrirse a este proceso, sin temor a perdernos en el camino, sin angustia ante el riesgo regresivo de estos procesos, es abrirse a la posibilidad misma de ser las personas que estamos destinadas a ser. 

Gran tarea ésta de descubrir quién es la persona que estamos destinados a ser... Y es quizá ésta la primera tarea vital que nos transmuta en seres éticos. Más allá de la moralidad dentro de la cual se fijen nuestras vivencias culturales y creencias espirituales. Es la pregunta socrática, en boca del oráculo: "conócete a ti mismo".

Y claro que es una tarea inconclusa, por definición, en tanto a lo largo de nuestra vida, inevitablemente, nos vamos haciendo otros... nos vamos transformando a nosotros mismos. Y aquello que de verdad permanece en nuestro corazón es aquello que estamos destinados a ser.


Y tú... ¿sabes quién es la persona que elegiste ser?



 Queridas tortugas... 
que los caminos de la verdad 
acompañen la posibilidad 
de sus más grandes sueños. 
No teman reconocer cuándo
un camino se ha agotado 
... y lograr liberar el regalo
de nuevos y más felices 
senderos. 

Feliz miércoles!!!



No hay comentarios: