miércoles, 30 de octubre de 2019

convalecencia...

... espiritual.



La recuperación gradual del vigor, la salud y el estado de ánimo tras cualquier enfermedad impone ciertas exigencias al cuerpo y al alma, así como, mucha disciplina. Es un proceso que no se puede acelerar. Es un tiempo que se debe abrazar con calma y paciencia. Sin importar cuánto comprendamos lo que estamos viviendo, cada etapa del proceso tiene su propio ritmo.

Los días se repiten, unos mejores que otros, y en cada uno de ellos hay una breve mejoría y un pequeño reto. Entrelazados. En equilibrio. Descifrar ambos es el ejercicio mismo de la sanación en ciernes. Aceptando lo que todavía no podemos hacer y tomando en nuestras manos lo que sí. Por mínimo que sea. 

La espera toma un nuevo significado. Se vuelve algo más inmediato porque no podemos aspirar a mucho más. Por mucho que queramos actuar o tomar decisiones, no es el momento para precipitarse. Parte de descansar es también dejar descansar los planes y el futuro. Y no sucumbir ante aburrimiento alguno. Finalmente, somos nosotros mismos los que estamos en juego y es una oportunidad para aprender a disfrutarnos sin más.

No son tiempos de correr con prisa. Son tiempos de pasos proporcionados y razonables. De aprender a valorar los detalles de la vida. De encontrar un deleite renovado en la cotidianidad rutinaria. Hacer una rutina propia y cultivar nuevos hábitos. Con buen ánimo. 

Siempre he pensado que el reposo es un extraño modo de ser. En la quietud pueden estar teniendo lugar todo tipo de procesos imperceptibles. Y aunque parezca que nada se mueve: todo está cambiando de forma. Es así como las células se regeneran tras cualquier trauma sufrido. Necesitan tiempo. Largas horas de sueño. Serenidad. 

Es como si se sembraran nuevas semillas dentro nuestro. Semillas que necesitan de todo nuestro cuidado para dar los mejores frutos.


Y tú... ¿eres paciente?


Feliz miércoles
... lleno de magia de tortuga.


No hay comentarios: