miércoles, 2 de octubre de 2019

ingenuidad...

... feliz.



El espacio para soñar es también el espacio del ingenuo sentir, los rincones de la utopía, el resquicio de los grandes ideales. Y la ilusión de tales posibilidades abiertas es una cuna para alcanzar la felicidad. O una forma de tantas en que podemos ser felices. Cómo de lo irreal nace algo tan real. ¿Será acaso nuestra forma de ser conscientes?... nuestra capacidad de pensar con anticipación, a contratiempo del acontecer del tiempo de la realidad. 

Descubrir la fuerza de nuestros sueños es también descubrir la debilidad de nuestras realidades. Tratamos de evadirnos de lo incomprensible dándole sentido más allá de lo evidente. Con fe. Nos desbocamos hacia el precipicio cuando aquello en lo que creemos está en juego. Y así aprendemos a distinguir nuestro sueño de la vigilia. A comprender que hay un límite para nuestras esperanzas. Y que ninguna utopía puede superar los signos de los que nos da cuenta el mundo: tal y como lo conocemos.

Descubrir la debilidad de las pretensiones de nuestra ingenuidad es amanecer sin sol. Perder las coordenadas. Resucitar. Con la certeza de que algo nos ha sido arrancado de raíz. La fe. Sin embargo, que nuestras esperanzas tengan límite no significa que son en vano. Dentro de lo posible quedan siempre infinitos espacios para la felicidad y para la realización de nuestros anhelos. Con honestidad y sin menoscabar en darnos a nosotros mismos un sentido para ser.

Encontrar el equilibrio puede ser la forma adecuada de convivir con nosotros mismos y encontrar un lugar mundano para crecer. Qué tanto de nuestros ideales estamos dispuestos a sacrificar. Qué tanto de nosotros mismos estamos dispuestos a dar y cambiar. Qué tanto de la realidad estamos dispuestos a conceder con resignación. Con aceptación. Y comprender el verdadero sentido de todo aquello que está destinado a ser.



Y tú... ¿te entregas feliz a tu ingenuidad?



¡Feliz miércoles!
Fuerte abrazo
lleno de magia de tortuga.


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