martes, 22 de octubre de 2019

los grises...

... y el frío.




Por dónde empezar... ante tanta convulsión y tanta violencia en nuestro continente. Nuestro país... nuestras ciudades. Parece que quienes creemos en la paz: vamos perdiendo la partida. Fuego, armas, golpes. Saqueos, extorsión, bloqueos.  Toque de queda, estado de excepción, represión. El terror se instaura con qué propósito. Qué nos queda. Además de seguir haciendo de nuestro espacio íntimo una forma de estar que nos permita algún consuelo.

El panorama es desconsolador. Casi inexplicable. Vivimos saturados de noticias, de todo tipo de información y de opiniones. Las redes sociales son un desahogo que se decanta entre la altura moral y la expresión visceral. Palabras que se suman sin alcanzar la realidad. Al margen de los acontecimientos. Los cuales son inasequibles pero poderosamente destructivos.

No por ello deberíamos perder la confianza en que hay otras vías y personas trabajando para lograr dar solución a los problemas que ahora nos aquejan. Quienes todavía creemos en el diálogo. En la paz. Por muy cerrados que aparezcan los caminos. Sin embargo, es una época en que nuestra confianza, en que las soluciones sean posibles, está puesta a prueba de cara a las expresiones cruentas que dominan los escenarios globales. 

Creo que es tiempo de dejar de dividir el mundo en dos o más bandos. De no rendirnos ante la creencia (de algunos) de que existe el mal e impone un combate violento. Creencia que puede poner en duda nuestras más férreas creencias: ante la evidencia. Sin embargo, por más incomprensible que sean los horrores que enfrentamos: el odio "justificado" no es la solución. Quizá sólo un milagro logre revertir los caminos de la inseguridad, el oprobio y la violencia. No lo sé. 

Es momento de repensar el orden establecido, replantear nuestras opciones, crear nuevas reglas del juego. La pugna entre ideologías y supuestos distintos esquemas económicos ya fracasó: nos está matando. Es tiempo de hacer un alto. Y pensar en el futuro al cual nos encaminamos. Las cosas no están funcionando y se derrochan esfuerzos (y recursos) en conservar lo que de suyo es carente. Sin percatarnos de la carga de nuestra decadencia evidente. Discursos van y vienen. La avaricia y la adicción al poder someten a sociedades enteras. 

Quisiera tener algo más alentador que compartir. Poder comprender mejor los tiempos que vivimos. Tener la certeza de que todos cabemos en el mundo que hemos construido y de que hay un lugar digno para cada quien. De que somos capaces de convivir con nuestras diferencias sin necesidad de lastimarnos unos a otros. Sin normalizar alguna forma de violencia. Pero hoy tales anhelos son tan ingenuos... Cuando se impone la ley del más fuerte y la muerte se vuelve cotidiana. 

No logro entender porqué los seres humanos siguen eligiendo la guerra como forma de vida. ¿Por qué elegimos vernos reducidos a las formas más precarias y miserables de nuestra humanidad? A veces parece que nos estamos acercando de manera acelerada al final de los tiempos. Y que terminaremos destruyéndonos unos a otros hasta que ya no quede nada.


Y tú... ¿encuentras consuelo?


Fuerte y cálido abrazo...
mágicas y valientes tortugas
...en este día gris.


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