miércoles, 9 de octubre de 2019

violencia...

... social.


A estas alturas de la historia de la humanidad, parecería arcaico recurrir al uso de la fuerza para expresarnos y para gobernar. Para vivir en comunidad. Pero vivimos tiempos en los que no hemos aprendido a renunciar a la violencia como forma de vida. Desde nuestros ámbitos cotidianos, sociales y familiares hasta los espacios de criminalidad que nos acechan. Y en mayor escala: los conflictos bélicos internacionales. De la mano de la miseria y en el contexto de un mundo que se nos ofrece sin futuro y sin oportunidades.

A nivel global, intereses y ambiciones predominan. Las soluciones son escasas y limitadas. El descontento crece. Las ideologías han sido superadas por la realidad. Y parece absurdo seguir hablando en términos de oposiciones y oficialismos: que se encuentran en una lucha despiadada por el poder y que tampoco están comprometidos con ir más allá para realmente cambiar la lógica que impera en el mundo, sin distinción.

Estamos descarrilados. La apuesta por la fuerza, la violencia y la desestabilización es una jugada perversa de las élites. Que sólo da cuenta de que quienes tienen la posibilidad de tomar decisiones trabajan para sí mismos. Llevando de aquí para allá a la opinión pública sin pudor ético alguno. Práctica que se instaura como la tendencia mundial de la política efectiva.

Estamos también desamparados. Y sí, hay matices y diferencias, pero de grises a grises. No hay realmente un ejemplo que dé cuenta de que otros caminos son posibles. Nos vamos quedando sin alternativas y nos acercamos aceleradamente al sálvese quien pueda... a la sobrevivencia cruenta en la que sólo gana el más fuerte y a cualquier costa. La masa siguen siendo carne de cañón. Y las medidas de resistencia: el sacrificio de unos para la ganancia de otros.

Entre amigos y enemigos se disputan el poder. Dando un limitado margen de acción a los gobiernos. Con poco respeto a los regímenes establecidos. La sombra del terror y la gran preocupación por las consecuencias de unos o de otros. Estados que rompen el pacto constitucional para secuestrar la legalidad por pequeños grupos que se niegan a la alternancia. Odios ancestrales financiados por las empresas que se alimentan de la guerra. 

Y un sistema económico que reproduce la pobreza y cuyas reglas justifican que no alcance para todos... dejando a la suerte el destino de la humanidad. En medio de una sobrepoblación irrevocable. Mecanismos de estandarización y superación social cuya meta es descartar a los menos merecedores de un nivel de vida digno. Discursos cínicos y palabrerías van y vienen dando cuenta de un relato que se acerca más a la psicosis que a la realidad.

Son tiempos de despertar nuestros caminos de paz. De renunciar a los códigos del poder. De abrazar el verdadero sentido de la vida. ¿Cuánto tiempo más tiene que sangrar nuestra humanidad para volvernos humanos?



Y tú... ¿imaginas un mundo sin violencia?


Abrazo fuerte...
lleno de magia de tortuga.




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