... y prosperidad.
Existe una proporción, no necesariamente exacta, entre nuestra capacidad de preservar un ahorro y nuestra posibilidad de prosperar en nuestros propósitos. Guardar para nosotros mismos. Economizar energía. Vivir sin vencer los limites ni al margen de la frontera. De tal manera que descubramos la medida precisa de nuestro bienestar. Hablamos de un modo de vida. En equilibrio. Sin excesos. Sin excederse. Sin dar de sí más de lo que se tiene. En el seno de la templanza. Con prudencia.
La prosperidad anímica y el ahorro vital van de la mano. Y se refleja en cada una de nuestras acciones. Se traduce en hábitos en aras de la armonía. De aceptar el bienestar como un estado de naturaleza. Con moderación. Es la mesura entre el presente y el futuro que colma el presente de paz. Sin miedo a la calma. Con perseverancia.
Y tú... ¿preservas el presente para el futuro?
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