...insólitos.
Los bordes que le dan contorno a nuestra vida son la frontera que divide lo posible de lo insólito. Por eso nunca estamos exentos de sorprendernos ante lo que abre nuevos horizontes frente a nuestros ojos. No existen los caminos cerrados. A veces el trayecto es más largo o sinuoso. Otras veces avanzamos con agilidad. Pero el ritmo de la vida nos enseña a distinguir la diferencia.
Somos asiduos a nuestras rutinas y nos apegamos a nuestros afectos. Conservamos tradiciones e instauramos hábitos. Nos gusta vivir. Guardamos lugares especiales para la intimidad de nuestra existencia. Y compartimos espacios comunes de socialización que acrecientan nuestra existencia. Bordeamos la tesitura con la que dibujamos la imagen de nuestra felicidad con el esbozo de la vida que construimos cada día al despertar.
Y, a veces, descubrimos nuevas figuras bajo las cuales conocernos a nosotros mismos. En donde todo cambia en nuestro fuero interno. Son los tiempos de las grandes transformaciones. Cuando el pasado se transforma para poder dejarlo ir por completo. Y en el presente sólo se recupera de nosotros mismos lo que es real. Son tiempos de reconciliación con uno mismo. De tal suerte que a veces los bordes están dentro de nosotros mismos y también acontecimientos insólitos los desdibujan para dar paso a una nueva conformación de nuestra propia identidad. Con sorpresa.
Y tú... ¿te transformas a ti mismo?
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