lunes, 4 de mayo de 2009

imperativos vitales...

Entre todas las reflexiones suscitadas ante la alarma... emergencia... contingencia... sanitaria que le ha dado un respiro al ritmo acelerado de la vida de México, y exceptuando los escenarios delirantes, ahora que se ha anunciando cómo y cuándo nos reinsertaremos a nuestras actividades, saltan a mi vista algunas de las ventajas de esta calamidad.

La limpieza en el transporte colectivo... por ejemplo. Ya que ¿no tendría, diariamente, que estar protegido de la cantidad de infecciones potenciales a las que solemos exponernos al usarlo? Lo mismo con la limpieza de las calles y los malos hábitos de quienes todavía, hoy, tiran basura en la calle, sin consideración alguna a sus conciudadanos, ya en el colmo... los escupitajos en aceras y avenidas... los botes plásticos con orines en camellones.

El lavado de manos... también. ¿No tendríamos que tener normalmente hábitos de higiene viables? ya que muchas veces no es que uno no se quiera lavar las manos, si no que los lugares en donde se puede hacerlo no están debidamente mantenidos o ni siquiera existen. Peor aún... cuánta gente no suele lavarse las manos antes y después de ir al baño, antes y después de comer, cada vez que llega de la calle, antes de salir de casa, antes de preparar alimentos. En el límite ¿qué pasa cuando el agua está contaminada y de poco sirven los buenos hábitos?

La prevención ante los primeros síntomas de cualquier infección probable y el descanso obligado, para evitar el contagio en la comunidad y sanar más eficazmente.

El acceso a un diagnóstico seguro y expedito en cualquier centro de salud para cuanto antes atenderse y resguardarse. Antes de que pase a mayores, antes de que se exponga a otro miembro de la sociedad.

El no automedicarse sin la consulta a un médico.

El no acinamiento que contraviene el uso de los espacios públicos, sobre todo en un lugar sobrepoblado como el Distrito Federal y al interior de los espacios laborales ante la necesidad de optimizar y ahorrar.

El uso higiénico de baños públicos, su disponibilidad, su aseo y ascepsis obligada (tomando en cuenta el dinero que eso cuesta y la voluntad que como usuarios nos implica)

Así como la importancia de que en casa tengamos tiempo o condiciones para mantener al día la limpieza. No se diga de que las escuelas estén limpias y desinfectadas... (lo cual tendría que ser algo que deberíamos poder dar por sentado)

En definitiva, el tiempo que ocupa asearse y el espacio fundamental de ello aún cuando la productividad sea un tanto más lenta y los costos más altos.

Y la pregunta del millón ¿porqué ocuparse de la limpieza paga tan mal en el mercado laboral, siendo una condición fundamental para una vida sana? (No sólo no estamos dispuestos a pagarles a nuestros maestros, a nuestros policías, a nuestros médicos... además, tampoco a nuestros operadores de limpieza y aseo, como si no hubiera un arte y expertise en esta materia)

Tocando de cerca el tema de la basura: separación, reciclaje y destino.

La vida se ha dejado de lado, de tantas formas, en nuestras costumbres cotidianas que, mientras no estemos dispuestos a vivir de otro modo, estaremos a expensas y sujetos a pandemias, epidemias, enfermedades, contagios, virus y bacterias, como en una espiral sin fin. Bailando al son de un sistema de salud paliativo.

Quizá este "nuevo" virus sea lo que nos obligue a concientizar hábitos y condiciones mínimas de salud como un imperativo vital. Ambiciosamente, esta coyuntura puede detonar la toma de conciencia de que el modo en que hemos decidido vivir nos está matando... Y empiece a emerger el nuevo paradigma del cual estamos tan necesitados.


Y tú ¿cuidas de ti en función de la salud de los otros?

Hasta mañana y que esta semana los abrace con magia de tortuga.



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