viernes, 15 de mayo de 2020

maestría...

... de vida.




Mucho se discute sobre los atributos del saber. Que si el aprendizaje por competencias, que si el conocimiento se construye, que si se trata de capacidades, que si el espíritu de la finesse, que si el espíritu geométrico, que si la técnica, que si la filosofía, que si el talento, que si la vocación, que si el arte... que si la ciencia "neoliberal". La ciencia es ciencia... y es histórica. El saber, con más exactitud: la conciencia del conocimiento, es complejo (y dialéctico). O no es.

Pero, a veces, damos menos atención al oficio... ése hábito que se refleja en el encanto de poder tocar la vida de otro ser humano. De hacer de nuestro quehacer una costumbre de la excelencia. De mejorar cada día hasta lograr el dominio de nuestro propio ser. De mantenernos ecuánimes y generosos. Justos. El compromiso con la vida por el sólo hecho de convertirnos en la persona que decidimos ser. El mantenernos atentos, despiertos... con los ojos abiertos: ante el acontecer del mundo. Ante nosotros mismos. Enlazados con nuestros quereres. Solidarios con nuestros amigos.

En este camino hacia la inteligencia hay hitos que dotan cada paso de una sentencia irrevocable. La primera canción que aprendimos. O la primera vez que escribimos nuestro nombre. Ese baile que nos hizo sentir el ritmo dentro nuestro... como magia. El libro que abrió el horizonte dentro de las fronteras de nuestra alma. Los viajes que volvieron relativo todo aquello que considerábamos como cierto. Todas esas enseñanzas de vida ... que nos comprometen. Que nos vuelven expertos sólo en aquello que hemos llegado a sentir con el corazón.

En donde cada final no es más que un nuevo principio. El pretexto para recomenzar. Con mejores perspectivas hacia el futuro. Y es así como podemos valorar la sucesión de eventos nuestros y no tan nuestros. La alegría de todo lo que brilla y vibra. La anticipación de todo lo que está destinado a ser.

Festejar al alumno que todos llevamos dentro, y a todas aquellas personas que marcaron nuestro destino con su propia maestría y sus enseñanzas, es festejar la vida. A quienes nos enseñaron a pensar por nosotros mismos. E iluminaron nuestras libertades. Quienes se llegaron a convertir en un ejemplo. Y quienes con sus fallos nos hicieron dudar y ver con mucha más claridad la verdad. Porque pocas cosas son más útiles, para el aprendizaje, como la duda y el error.

Cada instante es un pretexto para el amor... el amor a la sabiduría.


Y tú... ¿aprendes con el corazón?




Feliz día de las y los maestros!
Las abrazo con fuerza
mis queridas y mágicas
tortugas...
GRACIAS.



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