... y destejer.
Al bordar los recuerdos de nuestra vida es como si construyésemos un tejido de lana en el cual seleccionamos con precisión lo que vale la pena preservar. Separando los hilos, a manera de telar de algodón, también aprendemos a distinguir aquello que nos hace feliz.
De la mano de la justicia y la generosidad, tomamos los aprendizajes del recorrido que constituye nuestro trayecto vital y conservamos las enseñanzas que de tal recorrido emanan. En más de una ocasión se vuelve imprescindible volver a bordar la cobija de nuestra memoria. La cual arropa el presente y nos brinda las herramientas que necesitamos para hacer del futuro un lienzo en blanco en el cual pintar de colores los días por venir. Delineando con fuerza y talante el camino correcto de nuestros actos.
De manera consciente nos despojamos de lo que ya es añejo o se ha roto en añicos por los avatares de la vida. Dando paso a mejores recuerdos y vivencias renovadas. De manera consciente también hacemos el duelo del pasado perdido o de lo perdido en el camino ante la suerte misma de la vida en su transcurrir. Nos reconciliamos con nuestras decisiones y aprendemos del curso de tales acciones para saber tomar mejores decisiones en el futuro. Hasta llegar a los sitios en los cuales nuestros actos y logros nos enorgullecen. Bajo un haz de luz que nos permite valorar nuestros aciertos y esfuerzos.
Cada cierto tiempo en la vida son días de reacomodar nuestra existencia ante nuevas dificultades y ante mejores aciertos.
Y tú... ¿recuerdas con generosidad?
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