martes, 13 de noviembre de 2007

eros ághape

En un solitario pantano, en medio de un país lejano y perdido, sin continente ni contorno alguno, se encontraron el hipopótamo de dos caras y la yegua dorada. De día el hipopótamo mostraba su cara amable, bella (sin ser hermoso) su rostro amigo y amante, así conquistó a la yegua dorada quien al ser besada por el hipopótamo descubrió cuánto un beso podía gustar... pues no todos los labios saben igual. Entre ellos brotó un amor como pocos se han conocido, era tal el asombro y desconcierto de estos seres que buscaron sus propias palabras para llamarse el uno al otro... para quererse. Vivían en un mágico no lugar, un rincón en donde el tiempo se detuvo... sin continente ni contorno alguno. Adorándose el uno al otro cada día más, se fundían sus almas de tal manera que parecía que su individualidad se difuminaba en el abismo de una nueva alma, desconocida y aún por nacer, que se gestaba en el abrazo y la caricia.

Pero el hipopótamo mostraba al anochecer su otra cara, la del tirano celoso, de aspecto desagradable, quien sólo amaba el polvo blanco y necesitaba consumir litros y litros de alcohol. Para sumergirse en las profundidas del pantano, como quien se tira a una sucia banqueta sin nombre ni dignidad, encerraba a la yegua bajo llave y la hizo su prisionera por largos meses. Lleno de buenas razones pedía ser aceptado tal como quería ser... enfurecía de pensar que tendría que escoger entre uno de sus rostros y reprochaba a la yegua dorada le pusiera en tal encrucijada... en revancha, se disfrazaba de mujer con el anhelo de ser conquistado como si fuera la primera vez.

Ella toda confundida ya no sabía a quién quería, de día eran felices, de noche era tocar una y otra vez las puertas del infierno. Odio y amor se diluían en llanto y desesperación. Y el hipopótamo sólo reía de ella. Bajo llave la quería y en el día como esclava la adoraba. La yegua dorada no veía su suerte cambiar ni encontraba la forma de escapar del horrendo hipopótamo. Mientras más trataba de alejarse, cuando aún el sol brillaba, más obligada se sentía a quedarse gracias al elíxir con que el hipopótamo la convencía de entrar a la jaula una y otra noche...

Pasaron los años y un buen día el hipopótamo, iluminado, soltó a su yegua dorada, ya no le daba ilusión su brillo y presencia, saciado de su sangre y con deseos de buscar una nueva prisionera, se tragó la llave de su maldad y al fin la dejó partir para siempre.

Ella libre y desbocada pudo llegar al encuentro de su caballo de plata, que por tantas horas la esperó y buscó, a quien ella tantas noches invocó mientras penaba en su encierro.

Y felices por siempre, recorrieron las praderas de la plenitud, sin eros ni ághape, y llenos de verdad. Así se amaron y entregaron el corazón, con valentía, sin simulacros y sobrados de ternura. Olvidando esos días de ogros e hipopótamos cobardes, olvidando esas horas de espera y desconsuelo. Cantando, bailando con lobos marinos y tortugas mágicas. Creando el paisaje de sus sueños y navegando por mares para descubrir islas, delfines y pájaros. Inventando contorno y siendo continente en su abrazo. Contemplativos y apasionados. Con la fortuna del libre beso que no cesa de ir una y otra vez al próximo encuentro. Que se funde en un instante del cual sólo se recupera la mitad del aliento para volver a respirar a través de la caricia del amado y gracias al roce del amante.

Y el hipopótamo... vivió sumergido en el fondo de su pantano departiendo con la hormiga su teoría teoría... encerrados... confundían los ecos de la superficie como quien vive encadenado dentro de una caverna... Sin contorno ni continente.


Y tú ¿quieres ser jaula o continente?


La MAGIA DEL PAY espera sus pedidos y la LUZ DEL SABER los invita a recorrer el bosque de sus emociones.

mlojiux@yahoo.com

Gracias caballo de plata, oigo tus pasos llegar.
Con magia de tortuga, paciente como oruga
y con luz de mar al atardecer.

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