lunes, 26 de noviembre de 2007

pasión de tortuga

La tortuga mágica sentía con fuerza algo que latía en su interior. Se interrogaba sobre si era su corazón o su pasión. Así que decidió ir a visitar a algunos médicos para que le aclararan su duda. Ellos le respondieron que era su corazón y que la pasión no latía con el corazón. Ella no se sintió satisfecha con la respuesta. Recordaba cómo su latir se aceleraba cuando visitaba a la tortuga del amor.

La tortuga del amor se paseaba indiferente como si no supiera que a su alrededor los corazones se aceleraban, se apasionaban y se enamoraban. Siempre atenta, elegante, entusiasta pero un poco tímida, la tortuga del amor íba dejando su huella por doquier.

Un día la tortuga mágica quizo preguntarle sobre la pasión del corazón. Seguramente, la tortuga del amor sabría si el latido que escuchaba con tanta fuerza en su interior era del corazón o de la pasión. Pero como cuando se acercaba a ella su latir se aceleraba, enmudecía y no lograba expresarse. La tortuga del amor le hablaba pero la tortuga mágica no podía prestar atención porque de pronto en su interior se sumaban los latidos y la interrogante se diluía entre el eco de su corazón.

Para evitar esto, la tortuga mágica decidió acallar la voz de los latidos de su corazón y no dejarlo acelerar. Esperó un tiempo para sentirse segura de que al visitar a la tortuga del amor no volvería a pasar lo mismo. Cuando llegó el día de ir a hablar con ella no sintió nada. Ni pasión ni corazón. Entonces, preguntó ¿mi latir era del corazón o de la pasión? y la tortuga del amor, simplemente, contestó "era una pasión del corazón".

El corazón tiene su latir, como dicen los médicos, pero a veces logra trastocar ese latir, ir más allá de su ritmo constante, encontrar razones que los médicos no logran explicar y latir como si fueran dos o más corazones. Como si una orquesta sinfónica interpretara la más bella melodía. Eso es un corazón apasionado. Un corazón raptado por aquello que sale de sí y que late dentro de sí, por un latir fuera de sí que se pierde en la armonía de un nuevo latir. Un corazón que ante la tortuga del amor resuena dentro de su propio caparazón como si se quisiera escapar. A la vez que se acelera como si quisiera rellenar el vacío del caparazón en el que encuentra resonancia. Un latir que cuando logras acallar deja un silencio aterrador.

Por eso, cuando la tortuga mágica escuchó la respuesta que tanto buscaba, sintió una gran tristeza. Ya sabía que la pasión es del corazón, aunque el corazón no siempre tenga pasión. Pero ya no escuchaba su latir, ya no escuchaba nada. Había perdido su pasión. Ya ni visitar a la tortuga del amor la hacía latir. Era como si hubiera olvidado su propia voz y con ella los latidos de su corazón. Así aprendió que, si no quieres perder tu corazón, no puedes acallar tu pasión. Y que las respuestas no siempre son la solución.

Y tú ¿qué quieres saber de tu pasión?

Hasta mañana mis queridas tortugas mágicas.

Recuerden la MAGIA DEL PAY visitar, la HAZAÑA DE LA ARAÑA probar y la LUZ DEL SABER experimentar.
mlojiux@yahoo.com

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