miércoles, 1 de agosto de 2018

y la vida sigue...

... de la mano de cada uno de nuestros proyectos. ¿Salarios justos?... 

#AMLOPresidente20182024 
#CuartaTransformación



Los nuevos tiempos se aceleran entre anuncios, pronunciamientos, movimientos del futuro gabinete, reingeniería presupuestal y reestructuración del próximo gobierno federal, visitas, encuentros y conferencias de prensa. El contento y el descontento se entrelazan dejando abiertas expectativas, desconfianza e interrogantes. Unos más felices que otros. Otros prolongan los festejos y algunos se descubren ante un futuro demasiado incierto. Cada quien mira hacia adentro, a su lugar pequeño: de distintas formas. Con reconciliación, apelando a la realidad más básica de nuestra existencia o con descontento por la forma en que algunos de los beneficios, de los cuales gozan actualmente: se verán mermados.

Es muy pronto aún para saber cuáles serán los resultados que podremos abrazar. Es un tiempo, más bien, para ampliar la lupa, tomar distancia y hacer un esfuerzo para comprender y significar nuestro escenario político, desde un lugar nuevo. Tan nuevo que todavía no sabemos cómo sentirnos cómodos ante el acontecer de estos primeros 31 días.

Ha sido agotador el paso de la agenda mediática: de la campaña electoral hacia los trabajos previos a la transición formal entre el gobierno en funciones y el próximo periodo de gestión presidencial 2018-2024. La aceptación del triunfo y la derrota implican una dialéctica psíquica y social mucho más compleja de lo que se pudo prever. Si tomamos en cuenta que ha sido una decisión legítima, masiva y arrasadora. Por lo que, también, es un tiempo de comprensión colectiva, generosidad, escucha atenta y altura de miras. De reconciliación y respeto. De dejarnos sorprender ante lo que parecía imposible, inusitado, inaceptable o improbable; con alegría.

¿A qué nos estamos enfrentando?... como sociedad. Probablemente a un cambio profundo en la dinámica discursiva acerca de nuestros gobernantes y nuestras instituciones. Y no será tarea fácil para ninguno de nosotros. Pero confiemos... algo me dice que realmente valdrá la pena.

Detengámonos un momento en una de las nuevas medidas tomadas con respecto al tope de los salarios de los funcionarios públicos de alto nivel. El ajuste a un millón de pesos anuales. Aproximadamente, 83,000 pesos mensuales. partamos de que estamos hablando del ingreso neto. Dejando de lado, por un momento, la discusión sobre los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, gobernadores, senadores y diputados. U otros puestos similares en cuanto al monto de remuneración. Tomando como referencia el tope de salario ajustado al ingreso del Presidente de la República, conforme al mandato constitucional. El cual, de acuerdo con lo previsto, será de 108,000 pesos mensuales, lo cual equivale a 1'296,000 al año. 

Me da la impresión de que el análisis de la opinión pública está mirando de cabeza la situación que tenemos ante nosotros. No se trata de lo que se dejaría de ganar. Comprendo que, para quienes se verán desfavorecidos de estas nuevas medidas, sí se trata de verse disminuidos en su nivel de vida. De incertidumbre y temor ante la merma de estatus que esto conlleva. Sin embargo, se trata de un principio de realidad. Se trata de valorar que 83,000 pesos mensuales no es poco dinero, ni es un mal salario. Sigue siendo una situación muy afortunada. Así como, ganar alrededor de 100 mil pesos al mes tampoco es desdeñable. Dada la realidad del ingreso de la mayoría de la población mexicana. Y sí es válido trazar una correlación entre el gasto corriente del erario público y el nivel de vida promedio a nivel nacional. Un ejemplo más claro lo podemos dimensionar con cifras como las que han circulado en redes en donde se señala que, aproximadamente, un ministro de la SCJN gana 12,000 pesos al día, un funcionario del INE gana 11,000 pesos al día, y el salario mínimo suma 88 pesos al día. No se necesita hacer cálculos matemáticos muy complejos para comprender que algo en esta proporción no es correcto.

Con más ahínco, invito a quienes han sido favorecidos por ser parte del Gobierno Federal a mirar hacia abajo, hacia la realidad de la mayoría de los ciudadanos de nuestro país. La cuestión no es si son justos los beneficios de los que han sido objeto. La pregunta es si es justo que, mientras el salario mínimo de nuestro país es un insulto para la sobrevivencia digna y la mayoría de personas no acceden a salarios mensuales por arriba de los 15,000 o 20,000 pesos a lo largo de su vida, los empleados de alto nivel de los órganos del Estado vivan en una realidad paralela en donde sus necesidades de consumo se han traducido en necesidades de estatus social. Y que el erario público solvente tales caprichos. Caprichos a los que todos tenemos derecho por igual. El Estado no se puede dar el lujo de no encontrar mejores soluciones para incrementar el nivel de vida de toda la población, de no garantizar condiciones dignas de sobrevivencia para el grueso de la población, ni de hacer de la función pública una nueva forma de vanidad y ascenso social. Ése es el propósito de la iniciativa privada.

Más interesante aun sería pensar la dignificación de los servidores públicos, con base en topes mínimos de remuneración salarial. Por ejemplo, me parece más prioritario que el mínimo fueran, por ejemplo, 30,000 pesos al mes (ojo: 360 mil pesos al año), sin importar su lugar jerárquico en el escalafón de la estructura gubernamental. Y que ése fuera el piso parejo para tasar un salario mínimo concorde con las necesidades de consumo del presente. Por eso, más allá del ahorro (lo cual no es una cuestión menor), desde mi punto de vista, lo primordial es acercar nuestras realidades sociales como un fundamento sólido para acrecentar nuestras libertades. ¿Cómo financiar un anhelo tan utópico? Esa será labor filosófica de tiempos futuros...

Por otra parte,  sobre la pérdida en incentivos contra la corrupción, los riesgos de perjudicar la autonomía de poderes o mermar la independencia y el contrapeso de intereses entre los diferentes actores políticos, cabe subrayar que los pilares de la ética no se sostienen en incentivos económicos... todo lo contrario. La ética es la elección libre de un ser humano de hacer lo correcto solo por el hecho de ser correcto. Y en este contexto: cumplir con la ley es el modo correcto de actuar por parte de quienes componen las instituciones nacionales, con o sin otra motivación secundaria. 

El reto es lograr las capacidades de lujo, que hoy se garantizan para algunos, para todos los mexicanos. ¿Por qué no? Y en el camino... la austeridad no solo parece un imperativo moral, con mucha más determinación, es: un compromiso ético. Porque parece ser que la correlación, que se pretende establecer: entre 1. un carro extremadamente lujoso -o un guardarropa equiparable a la suma total del trabajo de un ciudadano a lo largo de toda su vida productiva- y 2. no ser una persona corrupta, no tiene fundamento alguno. Como tampoco: la correlación entre el poder adquisitivo de bienes de consumo y la calidad en el desempeño profesional. Y si esto fuera así, el agravio constitucional contra el grueso de la población; que no puede medir la valía de su humanidad, ni de ninguna de sus cualidades profesionales, en términos financieros; lindaría con un crimen de lesa humanidad.

Argumento falaz, también, es asegurar que los únicos técnicos brillantes que forman parte de las filas del personal de confianza son los que están hoy disponibles al servicio del equipo de gobierno actual y que no se aspiraría a "tales alturas" de ejecución y resultados, si en el mercado de la oferta y la demanda de los salarios, no se les garantizara más de un millón de pesos al año. En primer lugar, los puestos que ocupa el personal de confianza siempre se ponen a disposición de la nueva administración, por eso se llaman de confianza. En segundo lugar, en México hay muchas otras personas capaces, técnicamente y profesionalmente, con una formación académica de excelencia y con experiencia en las distintas materias que se requieren, además de quienes hoy gozan del honor de formar parte del Gobierno Federal. Somos un país de más de 100 millones de habitantes. En tercer lugar, en el imaginario de la realidad de vida de México, al margen del erario público, es sumamente competitivo un sueldo de un millón de pesos al año. En cuarto lugar, si un funcionario público de la administración actual no coincide con el proyecto de nación que triunfó en las urnas, por congruencia básica: debería entregar su respetuosa renuncia; por respeto a sus convicciones y por respeto a México. 

Y frente a los agravios de riesgo de endeudamiento privado, pérdida de seguro de gastos médicos mayores y la lista innumerable de daños potenciales (ante la reducción de sus ingresos) que se ha difundido en los medios de comunicación, frente al miedo de tener que ajustar su estilo de vida a una realidad que se les ha vuelto ajena... solo me viene una frase a la mente: "Wellcome to Mexico"... Así y/o muchísimo peor... vivimos la mayoría de nosotros... todos igualmente humanos, todos igualmente mexicanos. Creo que es tiempo de mostrar un poco de gratitud y de encontrar alternativas para retribuir, a la sociedad en su conjunto, los beneficios de los que, con tanta buena fortuna, han gozado. Porque: si para un ser humano empobrecerse es tan grave,  entonces, ¿porqué para este mismo ser humano que otros seres humanos sean pobres es menos doloso? Tomar conciencia de la realidad que azota a la mayoría de la población, con base en la propia experiencia, es también una condición indispensable para la reconciliación de México y para que fructifiquen los caminos de la pacificación del país. Enriquezcámonos juntos. Porque la era está pariendo un corazón (Silvio Rodríguez).

Sin dejar de mencionar que la falta de principio de realidad para tasar el ingreso de los funcionarios públicos de alto nivel ha generado incentivos perversos para fomentar el conflicto de intereses, la coalición de grupos de poder, la falta de imparcialidad, el nepotismo y el tráfico de influencias en la asignación de los cargos públicos. Mermando la calidad de los resultados y la capacidad de ejecución de los equipos técnicos del Estado.

Recuperemos, para todos por igual, los valores positivos de una aristocracia renacentista... el honor, la altura moral, el prestigio ético, el gusto por el buen vivir, el placer por el goce de las dimensiones estéticas de nuestra existencia, el apego a la excelencia, el reconocimiento del talento que se nutre del esfuerzo, la valentía, la franqueza, la pasión por el conocimiento, el imperativo de la justicia, la grandeza de la humanidad, el mérito de la genialidad, el carácter forjado, los dones de la creatividad, el orgullo por el trabajo, la vigencia de la dignidad, la cumbre de nuestra libertad. Dicen que no existe la democracia perfecta... tal vez, si la hubiese, sería aquella en la que todos los seres humanos, sin excepción alguna, fuésemos igualmente aristocráticos. Igualmente diferentes entre sí, dignos y afortunados. En donde el privilegio fuese la norma que rige a todos, en idéntica proporción. La maza...Sivio Rodríguez.

Una auténtica democratización de la aristocracia. Y no la democratización de una pequeña burguesía que se conforma con el lucro, la competencia, el arribismo, la acumulación ciega, el gasto suntuoso, el confort, el poderío del estatus social, el crimen, el castigo, los estándares, la homogeneidad, la letra muerta, la mentira, la simulación, la apariencia, el lugar común, el manual de conducta, las formas vacías y el mirar al lugar pequeño del alma. Ésta... la más grave pandemia de nuestro sistema económico global. Transmutemos el fracaso de una burocracia hipócritamente meritocrática por el logro de una cultura honestamente notable. Confrontémonos a nosotros y juntos descifremos el verdadero valor de la vida humana y el sentido primordial de la vida en comunidad. Recuperemos todas las dimensiones del placer de la existencia. El amor y la felicidad. Sin esclavitud ni persecución alguna. 
Tonada del albedrío... Silvio Rodríguez.

El Sistema Nacional Anticorrupción tiene grandes retos ante sí. A mí me inquieta que se conforme con un enfoque legalista (meramente punitivo) y que adolezca de la falta de una visión económico-social de la dimensión del problema de la corrupción. Me preocupa, aun más, la ausencia de reflexiones ético-filósoficas sobre la materia y la responsabilidad que lo ocupa. Me da la impresión que debería aventurarse  a comprender el problema desde una perspectiva más compleja y profunda.  Salirse del guión de la agenda "académico socio civil internacional" de lo políticamente correcto. Implementar soluciones innovadoras en los cursos de acción de política pública. De lo contrario, devendrá en un elefante blanco más de nuestro zoológico institucional.


Y tú... ¿crees en la justicia salarial?

No hacen falta alas... Silvio Rodríguez.



Feliz miércoles...
abrazo fuerte
lleno de magia de tortuga.
Hasta mañana.






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