sábado, 8 de junio de 2019

la vida...

... vale por sí misma.



Estar vivo, ser un ente vivo (queramos entender esto del modo que prefiramos), es algo cuya causa, su razón de ser, no depende de algo más que sí mismo. Una persona no vale más por tal o cual razón, vale por ser persona. Si bien en el ámbito de los derechos humanos es claro tal valía que conocemos como dignidad. Si bien tenemos jurisprudencia robusta y técnica jurídica encomiable, lo cierto es que no hemos logrado conciliar nuestro modelo económico con tales buenos deseos. Por eso es que es importante comprender que la vida, en su desarrollo, constituye un valor en sí mismo. A la par de que sus requerimientos, en un marco expansivo tanto de libertades como de necesidades, son progresivos... al infinito.

De ahí que no debemos seguir postergando poner a la vida, entendida como un acto pleno de libertad y completud, en el centro de todas nuestras acciones comunitarias, políticas y de políticas públicas. En la raíz de nuestro ente social. En el latir de nuestros corazones. En el eje de nuestras economías: como un ejercicio de ética congruente con lo que la vida es y merece de sí.

Así que... ¡pongamos manos a la obra! Sumemos manos y corazones para cambiar el rumbo de la historia de la humanidad de la mano de nuestro planeta. Vivamos enteros y felices. Crezcamos amando. Seamos éticos. Seamos justos y felices. Fuertes y valientes. 


Y tú... ¿vives a plenitud?  


Feliz #Pentecostés
queridas y mágicas tortugas.
¡Abrazo fuerte!



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