jueves, 6 de junio de 2019

libertades sociales...

... en el margen de la rentabilidad.  #4T



Fácilmente podemos encontrar consenso en cuanto a la necesidad, latente y urgente, de garantizar las libertades sociales... de lograr condiciones de vida justas y equitativas para la población mundial. 

Las carencias y omisiones en la garantía de nuestros derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA), o si se quiere: la gran deuda pendiente de nuestra civilización con la justicia social, redundan en un problema (no resuelto) que a todas y todos nos atañe. Con más o menor responsabilidad (o capacidad de acción) al respecto.

Vemos resquebrejarse la vida... vemos cada vez más cerca el resquebrajamiento de nuestra vida. El temor de no poder garantizar nuestras necesidades básicas, de no contar con un empleo, etc., es un fantasma que nos habita a todos por igual. A unos por codicia o avaricia... a los más: por vivir en condición (o situación) de vulnerabilidad profunda. 

¿Qué podemos hacer? Necesitamos una solución. Volteemos a ver otro futuro posible. Es urgente.

Si pudiésemos cambiar las coordenadas de nuestro sistema económico. Darle la vuelta a algunas ideas preconcebidas. Fortalecer los pilares teóricos y prácticos que lo sustentan en aras de mejorarlo. Transformarlo sin dicotomías y sin apasionamientos ideológicos... ¿Sería posible una mejor perspectiva de vida para todos? Estoy convencida de que sí.

Por muy desatinado que sea la ausencia de Andrés Manuel López Obrador en la reunión del G20. Hay un aspecto a favor de su postura, la importancia (a nivel mundial) sobre la garantía de los derechos mencionados. La importancia de considerar hacer un alto y cuestionarnos sobre la posibilidad de lograr que la población mundial sea beneficiaria, en igualdad de condiciones, de la riqueza del planeta, de la rentabilidad del sistema económico mundial. Esto no lo excusa de no tener la valentía de presentarse y hablar en alto en nombre de México, en nombre del mundo. Hay ocasiones para las cuales una carta no logra ser suficiente... momentos cruciales en que una representación no llena el lugar de la envergadura presidencial. Y la reunión en Japón es una de estas ocasiones.

Una cosa es quiénes deben acompañarlo en esta misiva, otra distinta: es delegar tal responsabilidad. Votamos por una transformación no por el refugio de la omisión, con tintes de pureza patriótica o "palabra empeñada". Sin embargo, con cautela, es loable confiar en que hay una buena razón para esta decisión y que brindará los frutos esperados. O mejor aún, que nuestro presidente recapacitará al respecto y estará a la altura de la envergadura que representa y de las circunstancias que apremian. Todo esto a la luz de los trabajos en ciernes en Washington. Trabajos que también deben tratarse de alto mando a alto mando, persona a persona. Dado el rumbo de los acontecimientos en días recientes.

La negociación en curso está también cifrada en el marco de la problemática aquí planteada sobre cómo garantizar una vida digna (al margen de la escasez) para la población mundial. Finalmente, los aranceles encarecen los precios y alguien tendrá que pagar el costo. Así como, la migración impone a México un impacto en su gasto social para absorber a más migrantes en su territorio y, también, alguien tendrá que pagar el costo. Inaudito es que Estados Unidos equipare una medida comercial a un acuerdo diplomático de alto impacto para la seguridad interior de ambos países, como vía para mantener relaciones pacíficas y amigables. Así de importante es tal materia para la reelección del presidente Donald Trump. Tarea difícil será sustituir el vacío de significado que se cifra entre el acero y la población migrante. ¿De qué forma equiparar tal intercambio?  

Ahora bien, en cualquier caso, y si miramos a otros fenómenos migratorios del mundo, es cada vez más común el impacto que tiene en las economías locales: la absorción de las personas que migran, por necesidad, en busca de la posibilidad de un proyecto de vida sustentable lejos de sus lugares de origen. El problema de la saturación de servicios para garantizar derechos sociales, ya existente en la economías emergentes, se agrava aún más desde esta perspectiva. Es así que los países desarrollados se ven cada vez más obstaculizados de proveer de una vida digna a su ciudadanía (al menos garantizar el nivel de vida al que estaba acostumbrada), dadas las coordenadas actuales de nuestro sistema económico.

Dadas las condiciones actuales... ¿podemos hoy garantizar tales condiciones de vida para inhibir los flujos migratorios como respuesta a la erradicación de la pobreza a nivel mundial? El hecho es que no, no podemos. Ni México ni ningún otro país.

¿Cómo solucionar este problema?

Creo que es hora de explorar alternativas mucho más allá de los imaginarios conocidos. Los cuales no son capaces de contener tales problemas y mucho menos resolverlos. Sé que sí, sí podremos encontrar soluciones efectivas... pero tendremos que hacer una transformación de fondo. Mucho más profunda que lo que parece está dispuesta a impulsar la intención de la #4T. Sin subestimar el buen resultado que, para tales efectos, dejará lo sembrado con honradez este sexenio.

Probablemente, es tiempo de enfocarnos más en el valor que le damos al dinero y en lo indispensable que es para la forma en que hemos fincado la vida -y su valor. ¿No será tiempo de renovar nuestros referentes de valor monetario? ¿No será tiempo de modelar con exactitud, en pesos y centavos, un valor monetario con que pudiésemos tasar el valor de ser personas? Concebir de nueva cuenta el sentido de nuestras reservas monetarias. Tiempo de reconocer que pagar el trabajo no es un costo, más bien, el más valioso de nuestros activos. Tiempo de modelar datos y buscar alternativas con proyecciones certeras e innovando en nuestros indicadores y variables. Sumar y restar con base en otros valores para poder, al fin, multiplicar y dividir. Con justicia y con verdad. Sin hacer de los seres humanos mercancías al arbitrio y abuso de la trata de personas y de la carencia. El valor de su dignidad como un valor social implícito en el gasto social, no como pérdida sino como ganancia. Pensar el valor de la vida (humana y no humana) no como sobrevivencia sino como una obligada preservación, prosperidad y abundancia. Una vida en crecimiento, libre, plena. Para todos y todas por igual.


Y tú... ¿cómo tasarías la vida, su progresión y desarrollo, de tal modo que el modelo económico pudiese funcionar, tal y como lo conocemos, sin necesidad de incentivar la pobreza o pérdida monetaria alguna? Erradicando los incentivos de la trata de personas y de todas las formas de explotación entre seres humanos.




Feliz jueves de economía
reflexiva llena de magia
de tortuga.
Abrazo fuerte.






No hay comentarios: