jueves, 4 de julio de 2019

crisis humanitaria...

... o barbarie.



Debemos enfrentar el hecho de que faltan condiciones para la vida en nuestro mundo. Llevar el problema de aquí para allá no lo soluciona. Como con falsas ilusiones las y los migrantes anhelan un lugar mejor para vivir sólo por el hecho de dejar su hogar. Como si por ir a otro lugar cambia la realidad. Como si por salir o entrar a las filas del sector público pudiésemos contar con un lugar seguro para vivir. Como si la optimización del sector privado lograse un verdadero equilibrio en el cual cada quien pudiese ocupar un lugar digno para vivir. Como si las organizaciones de la sociedad civil o los organismos autónomos pudiesen absorber en forma la mano de obra calificada en sus distintas materias de especialización. Como si los cuerpos de seguridad alcanzaran para incorporar a todos los perfiles aptos para tales tareas. Como si quienes no son aptos para ser parte de dichos cuerpos de seguridad tuviesen otros ámbitos de acción a su alcance para continuar su desarrollo profesional y ocupar un lugar digno para vivir y sobrevivir. Como si bastase tener empleo para tener una vida digna. Sin contar a todos quienes no tienen herramientas para ofrecer su mano de obra en ningún sector. Sin mencionar que ni el crimen organizado, que ha logrado una articulación infame entre la población, puede absorber todas las manos que piden con clemencia una "ocupación" para vivir. 

¿No serán todas estas ausencias la raíz de todas nuestras violencias? Los números no están alcanzando. ¿Por qué?

Vigilar, perseguir, premiar o castigar no parece una solución suficiente para vivir en un mundo seguro. Los estándares y concursos degradan el talento humano a la competencia voraz, porque no hay lugar para todos. Propician el desamparo y la arrogancia. De qué modo podemos construir un lugar seguro en el que quepamos todos sin necesidad de violentarnos. Seguir demorando una solución de fondo, inédita, mas allá de los paradigmas conocidos. Traer y llevar el problema de aquí para allá. No hace más que incrementar la barbarie en la que nos encontramos. Hagamos un alto, pensemos en serio nuestro futuro. El dinero no está alcanzando para administrar nuestra vida con justicia. Esto es un hecho. 

La barbarie sutil y no tan sutil con que nos estamos destruyendo unos a otros para ganar no sé qué cosas importantes para todos quienes creen que vivimos en una lucha incesante, es un signo de autodestrucción masiva. En esta labor de paz no hay bandos, ni buenos ni malos. Hay una suma de perspectivas desorientadas que no logran unirse en una meta común. Por orgullo, necedad o simple ignorancia. Hay buena voluntad entre todos los actores sociales pero tal bondad del ánimo no alcanza cuando se trata de encontrar soluciones efectivas e integrales.

México está tomando acciones certeras y contundentes para afrontar en primer término la corrupción, y contamos con que veremos resultados felices en esta materia. Pero necesitamos un plan de contingencia para incorporar toda la población, sin importar su estrato social, a la vida productiva. Sin pesquisas. Borrón y cuenta nueva para que quienes queden fuera del sistema puedan optar por una vida mejor y aprender de sus omisiones. Romper la cultura de la corrupción sin volver naúfragos a quienes vivieron extraviados en tales hábitos. Necesitamos opciones para todos caber. Somos personas no cifras en una encuesta. 

Somos un solo país y todos tenemos derechos y anhelos que merecemos cumplir, sin discriminación alguna. Sin discursos de desprecio alguno. Todos debemos aprender a respetarnos entre nosotros, por igual. Empezando por las autoridades que nos representan. Renunciar al discurso del enemigo para cosechar la paz verdadera.


Y tú... ¿crees que la paz es posible?


¡Feliz jueves!
Esforcémonos...
mágicas tortugas
para construir un mundo de paz.





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