jueves, 11 de julio de 2019

meses...

... que se acumulan. 


Existe más de un modo de ponderar el paso del tiempo a través de los días, los meses y los años. La distancia vivida entre un evento y el presente, y lo que tal experiencia nos significa, es el referente más real sobre la forma en que atesoramos nuestro acontecer. Un tiempo a contratiempo que le da sentido al pasar del ritmo del reloj y del calendario; y lo supera.

La espera por una fecha prometida también tiene un significado específico fuera de cualquier otro tiempo. La apertura al futuro nos traslada a ámbitos incluso de la imaginación dando una pauta de anunciación a nuestro presente, cuyo compás le es propio y único a cada persona.

Recordamos entre pautas y compases, mientras agendamos y programamos la llegada del futuro. En medio está nuestro presente: la vida misma. Unir nuestra vida en una misma armonía es el arte de existir. Y esto vale para todos los ámbitos de nuestro ser. La plenitud de ser sin remordimientos por lo que fue, sin ansiedades por lo que será, sin miedo por lo que es: nuestra autorealización.

Y así es como llegan las sorpresas, lo eventos soñados y los sucesos que van más allá de nuestras expectativas. El descubrir realidades que no éramos capaces de imaginar. La verdad que se abre ante nuestros ojos. Incluso las decepciones como parte de nuestro proceso de aprendizaje. Los días sombríos que nos permiten acercarnos a nosotros mismos y conocernos mejor. Las nuevas decisiones. El logro de nuestras certezas. 

El reacomodo de nuestras dudas. Las puestas en escena que dejan de ser un ensayo y se convierten en la realidad. Ese sabor a teatro vacío expectante de todo lo que está por cumplirse con pulcritud, el mejor de todos los sabores. El momento en que dejamos de ser espectadores y nos convertimos en artífices actuantes de nuestro destino. La felicidad.


Y tú... ¿disfrutas tu futuro?


Feliz jueves...
lleno de inspiración
de mágica tortuga.




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