jueves, 27 de septiembre de 2007

la tortuga de los tres tesoros

Esta tortuga rogaba y rogaba a Dios que le diera mucho oro... ¡por favor... por favor... quiero oro! ¡dame mucho oro! Un día Dios apareció ante ella y le dio un tesoro, ello lo miró y dijo ¿qué es esto? ¿dónde está mi oro? Dios le explicó que ese tesoro era su oro, pero que debía cuidarlo, protegerlo, comprometerse con él, dedicarse a él como un destino y así, ella encontraría el oro que tanto anhelaba. La tortuga se conformó pero siguió rogando por oro.

Un día la tortuga conoció al cocodrilo loco, él la sedujo con sus historias y aventuras, y le prometió cuidar juntos su tesoro. Con el tiempo, el cocodrilo loco empezó a enfurecerse sin razón, golpeaba con su cola todo lo que aparecía a su paso y sólo sabía destruir cualquier cosa que tocaba. La tortuga decepcionada, sin saber qué hacer con su tesoro ni cómo escapar del cocodrilo loco, rogó y rogó al Dios por oro... ¡por favor... por favor... quiero oro! ¡dame mucho oro para poder librarme de este cocodrilo y salvar el tesoro! Dios volvió a aparecer ante ella y le dio un segundo tesoro, ella furiosa gritaba y gritaba ¡no! ¡no! ¡ya no quiero más tesoros! ¡yo sólo pedí oro! ¡yo sólo quiero oro! El Dios le explicó que en cada uno de sus tesoros encontraría todo el oro que ella tanto pedía, que sólo tenía que cuidarlos, protegerlos, quererlos y comprometerse con ellos antes que otra cosa en el mundo, aún cuando tuviera que hacer sacrificios o renuncias, pues tal era su destino... y le dijo: "Escúchame bien tortuga, si cumples con tu cometido, recibirás todo el oro que pides y nunca más lo perderás... pero recuerda tortuga no desviarte de tu camino y descubrir en estos tesoros los secretos de tu oro".

La tortuga otra vez se resignó pero enojada se quedó y sólo se repetía... ¡no es justo! ¡no es justo! ¡todo el mundo tiene oro! ¿por qué yo sólo tengo estos dos tesoros que me dan tanto trabajo, no brillan como el oro, yo sólo quiero que me ayuden y que a veces me acompañen, pero Dios quiere que yo los cuide, que los acompañe todo el tiempo y además sin oro, cómo voy a hacer eso...por qué... por qué me ha tocado esta suerte? Con el tiempo se acostumbró a cargar con sus tesoros... y un día conoció al oso mentiroso... y exclamó: sssh sssh cállense tesoros no vayan a enojar al oso mentiroso, porque este oso trae el oro que Dios mandó para mí y ustedes no me lo van a quitar... sssh sssh que no los vea el oso mentiroso. El oso mentiroso trajo oro para la tortuga, promesas y promesas, la llevó a su reinado y aceptó hasta cargar con sus tesoros, pero sólo si se portaban bien. Y la tortuga fue feliz feliz feliz feliz como siempre soñó, tenía su oro, sus tesoros se cuidaban solos, ella tenía todo a su disposición y vivía agradecida con Dios quien al fin le dio lo que de verdad quería... Hasta que un día el oso mentiroso buscó otras osas para pasar sus ratos y llegaba cada día más tarde y más furioso, gritaba y gritaba y a todos asustaba. La tortuga cada día más triste empezó a rogar por oro ¡Dios mío dame oro otra vez! ¡quiero más oro! ¡este oso mentiroso escondió todo el oro y sólo me da oro cuando quiere, me manda para acá, me manda para allá, me prohibe cosas, se olvidó de mis tesoros! ¿por qué? ¿por qué me haces esto Dios mío? ¡yo sólo quiero oro! ¡dame oro!

Por tercera vez el Dios apareció ante los ojos de la angustiada tortuga, depositó en sus manos un tercer tesoro... ella furiosa reclamó... ¿qué haces Dios? ¿otro tesoro? Tortuga, recuerda bien lo que te he dicho, no has cumplido, has puesto en riesgo tus tesoros, no te has esforzado como te pedí, y ahora debes recibir un tercer tesoro para enmendarte y descubrir todo el oro que te brindará cada uno de los tesoros, no lo olvides tortuga... lo único que tienes que haces es cuidar tus tesoros. Ellos te van a dar el oro que buscas... yo no tengo ese oro, comprende tortuga, yo sólo tengo tesoros que cada quien debe aprender a convertir en oro.

La tortuga quedó más contenta, esta vez con entusiasmo se propuso enmendar a sus tesoros y no abandonar a su nuevo tesoro. Un día conoció al caballo gruñón y dijo ¡gracias! ¡gracias Dios mío! este caballo me dará mi oro, seguro que cuidé bien a mis tesoros esta vez, encontré un lugar para cada uno y ya terminé de hacer lo que querías... por eso ahora me das este caballo que llenará mi vida de oro... ¡gracias! ¡gracias! (nadie respondió) Y la tortuga con su caballo se quedó.

Sus tesoros, tristes, entendieron que su oro no era suficiente (no alcanzaba para los sueños de la tortuga, no brillaba como la tortuga quería, obtener ese oro le daba mucho trabajo a la tortuga, y ella estaba tan tan cansada que no veía valía en ese oro ahí escondido, sólo suyo, en el corazón de sus tesoros, no veía valía en su propio corazón) Ellos se alegraron por la llegada del caballo gruñón al ver a la tortuga feliz feliz feliz. Y partieron sin más.

Un día triste la tortuga extrañaba esas cargas pesadas que tanto tiempo tuvo, recordaba sus tesoros... El caballo gruñón íba y venía, un día bailaba, otro día se enojaba, estaba pero no estaba... sin oro la acompañaba, pero sin importar qué, ella sólo quería a su caballo gruñón. Y gritaba ¡Dios! ¡ya no quiero oro! ¡quiero mi caballo gruñón! ¡quiero mi caballo gruñón! ¡sólo eso quiero! Entonces tortuga por qué estás triste... si ya lo tienes... por qué tortuga... por qué estás tan triste... yo ya no tengo tesoros y tú ya no quieres los tuyos, ya te has cansado de esperar el oro... y tienes a tu caballo gruñón... ¿por qué tortuga, por qué estás tan triste?


Y tú ¿quieres oro o tesoro?



PRUEBEN LA MAGIA DEL PAY, LA HAZAÑA DE LA ARAÑA Y ACÉRQUENSE A LA LUZ DEL SABER.

Hasta mañana mis lectores.

mlojiux@yahoo.com

No hay comentarios: