martes, 15 de abril de 2008

incomunicación

Tras dos día sin posibilidad de comunicarme cibernética o telefónicamente, descubro un vicio nuevo, estar "desconectada" despertó en mí un terrible síndrome de abstinencia. Por no mencionar la sensación de aislamiento en medio del bosque, al saber que, en determinado momento, no había vías de "auxilio". El teléfono público más cercano, también descompuesto. Y mi vecina adorada, de viaje. Es curioso lo que viene a tu mente cuando el entorno, que das por hecho, falta. Más sorprendente, aún, es descubrir, en horas de desconocido silencio, los sonidos que casi desapercibos, normalmente, te acompañan. O tomar conciencia de que gran parte de tu mundo lo vives a través del tiempo virtual de tu existencia. Afortunadamente, repararon cables y postes, para dejar oír las voces de amigos y ángeles que llenan mis horas de sonrisas. Y, atentos, gustan de escuchar las aventuras de la tortuga mágica.

Mi buen amigo, el de las caminatas de nieve, siente que ando tristeando mucho últimamente. En realidad, no lo he notado. ¿Será esa la magia de las letras? Ocultan y desocultan y, no siempre, nos hablan de nosotros. Quizá fue la fuerte dosis de pasado actualizado que me acompañó las últimas dos semanas. Quizá es cansancio y cierta melancolía en medio de este encierro de tesis. Confieso que, contenta y serena, libro las batallas del alma y aprendo para el mañana (aún por nacer). En paz, vivo esta amiga soledad que, sin darse cuenta, se despide de olvidos, adioses y ausencias. Feliz de ser. Entera para sembrar, con paciencia, el intacto sueño de amor. Agradecida y con asombro ante los milagros del tiempo.

Quizá, cuando la certeza se finca profunda, uno descuida mostrar el rostro feliz y se abandona a la tenue expresión absorta en el cotidiano. O mira con lupa el resquicio que distrae los días de luz, como pretexto para dilatar el propio ser, por el simple gusto de hacerlo.

En todos nosotros, habita ese viento que no sabe temer y la llave que cifra corazones con magia de tortuga. Amamos dichosos, crecemos enteros y aprendemos, de nuestro fuero interno, lo que ni cientos de vidas nos enseñarían. La magia de la vida radica en que todo ocurre del modo preciso y, aún así, nos deja imaginar al respecto. [Lo cual me recuerda el secreto del ratón... ¿quién lo ha podido descifrar?]

Apolo, en cambio, lee despedidas en donde yo trazo puertas de futuro. Lo cual me lleva a pensar que las letras, además de ocultar y desocultar, trastocan la expresión. De tal suerte, cada quien, desde su tiempo y contratiempo, recrea (cual pasado e historia propia) un sentir nuevo que se reapropia de aquel sentir roto, en una palabra, tras el esfuerzo por comunicarse. Puede ser, ésta, la causa de que el diálogo y el relato amoroso sean tan mágicos, complejos y enigmáticos. No lo sé. Hay misterios que prefiero respetar o resgarduar.


Y tú ¿qué rostro quieres mostrar?

Hasta mañana tortugas!!



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