lunes, 28 de abril de 2008

jardín de contradicciones

Bajo la fuerte lluvia, los truenos y el sentir de los cimientos de la tierra al temblar, habita un jardín de flores infinitas, cuyas formas, anhelos y colores se contradicen entre sí. Escampa y el sol, tenuemente, ilumina algunas de estas plantas únicas: sólo idénticas a sí mismas. Empieza el debate entre ellas y sus quereres.

La rosa blanca quiere esperar al colibrí de sus sueños, lo conoció en otro florecimiento pero aún recuerda su aroma y la promesa de que regresará después de terminar su misión. Y, con sus espinas, aleja al resto de los pájaros.

El alcatraz, en cambio, se aburre tanto que se amiga de todas las aves e insectos que cerca de él encuentren alimento. Lo cual incrementa su belleza y prolifera su flor.

La rosa roja está enamorada de las mariposas, anhela llegar a convertirse en una de ellas.

El geranio, como mala yerba, se apodera de todo el jardín, dejando su huella en cada rincón aún vacío. Prefiere su amistad con el negro pájaro carpintero, cuya cresta roja y pecho blanco lo distinguen de manera singular. Y, junto con todos sus amigos, hacen del jardín una fiesta cada mañana.

Hay también un helecho sin flor, es una de las plantas más bellas del jardín, nadie sabe a quién ama ni cómo se reproduce y mantiene tan bello. Él guarda a su compañera en el corazón y confía en que a su lado siempre está.

La rosa blanca le pregunta ¿y cómo sabes quién es ella?

Porque su recuerdo no me abandona, cada día, al amanecer, al anochecer... ella permanece intacta como si fuera una letra cifrada más allá de los tiempos.

ah! como mi colibrí!! ¿crees que de verdad regrese?

No lo sé... muchos eventos acompañarán su camino y, a veces, nos olvidamos de quienes nos esperan o dudamos encontrarlos, cuando podamos regresar. Para las aves es más difícil, una vez que emprenden el vuelo todo puede sucederles. En cambio, nosotros, los seres de tierra, permanecemos en medio de todo lo demás y nos es más difícil olvidar - explicó el helecho.

Eso es... yo no sé cómo olvidarlo, mis hermanas, las otras rosas ¡llenas de colores! dicen que debo hacerlo. Que no se puede confiar en un colibrí, que nunca conservan una rosa. Me llaman tonta y temen por mí... y yo ya no sé qué más decirles, a veces dudo y creo que tienen razón.

Mira, mi amiga, no escuches nada más que a ti. Y si un día ya no está contigo... sabrás que no regresará, pero, si te pasa como a mí, entenderás que siempre está contigo.

El alcatraz agregó: "de todos modos recibe al resto ¡¡como yo!! descubrirás que nadie es tan especial y que así como infinitas son las flores de este jardín, infinitas son las aves que vendrán a visitarlas, además -le confesó- un día, un colibrí me corroboró lo que dicen tus hermanas ¡ellos no conservan una única rosa! ... De todos modos, no pierdes nada, si regresa, estarás con él cuando vuelva, y si no regresa, sentiste menos su falta y habrás tenido la oportunidad de encontrar otro colibrí ¡piénsalo bien!"

La rosa roja comprendía mejor el amor de su hermana pero la instaba a querer más de uno, a todos los colibrís, si era lo que la rosa blanca quería, pero que no se obsesionara con uno solo ¡por favor!

El geranio sí apoyaba a la rosa blanca, él entendía que cuando existe un vínculo diferente vale la pena conservarlo, de ahí que él era tan feliz y crecía tanto el jardín gracias a la unión de geranios y pájaros carpinteros, eran más que una familia, ya habían hecho una comunidad. Y le prometía que, si era paciente, tendría lo mismo para ella.

Era un dilema...

La rosa blanca seguía intrigada... prefería hablar con el helecho, sentía que solo él la entendía.

Pasaron días, meses y años... la rosa murió por una gran sequía que amenazó al jardín y, como no permitía a nadie acercarse, no pudo seguir retoñando como los demás. Entonces, el colibrí regresó... y le preguntaron ¿por qué tardaste tanto?

Él alzó el vuelo sin contestar.


Y tú ¿quieres volar, aguardar, recibir, escoger, compartir, recordar o, sin más, estar?

Hasta pronto queridas tortugas!!


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