... de las azucenas.
En medio de un orden del mundo colmado de necesidades... sólo queda preservar un pequeño lugar en que la belleza sea la aliada de la paz. Y/o viceversa: un atesorado rincón de paz en que brille la belleza. En donde la pureza del alma comulgue con el aliento suave del corazón. Espacios de ternura y realización. Horas cotidianas que llenen nuestro hogar de dulzura.
Días de inspiración. Momentos en los cuales los detalles y la simplicidad. La sencillez de lo pequeño. Colman nuestra vida de tersas alegrías. Con la virtud del discernimiento que nos permite conservar la aurora de la mañana: en anunciación del porvenir. Y al ritmo de los grillos: rescatar la esperanza y ver las mariposas volar. Apreciar las flores. Abrir los brazos al viento y dormir a la orilla del mar. Sentir las nubes pasar y con el Sol sanar. Tan sólo por amor.
Días en los que la vida se vuelve posible sin percatarnos de los dolores del ayer ni de las tristezas que hubiesen arrebatado más de una de nuestras sonrisas. Más de un día entero. Más de una hora vivida. Más de un anhelo propio. Más de un destino triunfante.
Días en que parece que los temores desaparecerán imperceptiblemente y que el terror ante al horror no nos volverá a tomar por sorpresa. Llenando de calma lo que siempre debió ser río caudaloso de alegrías y plenitud realizada.
Días de hacer votos ante Dios. Rezar ante la Virgen de los 33. Comulgar con Cristo. Encomendarnos a San Charbel. Bajo el resguardo de todos los Ángeles y Arcángeles. Y ser felices.
Días de miles gracias.
Y tú... ¿vives libre de violencia?
Queridas mágicas tortugas:
que este día
sea un viernes
colmado de tareas hechas.
Que la tarde las alcance
recibiendo
las mieles
de todos sus esfuerzos.
Amén.
¡Hasta mañana!
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