... el caballero y el sol.
Érase una vez un príncipe valiente que sólo se contentaba al alzar la vista la cielo y recibir la luz del día como si fuese el milagro más inmenso que existiese. Dentro de sí pensaba que su destino se encontraba cabalgando hasta el último rayo de sol, cuyo trazo hiciese sonar el viento, que él pudiese alcanzar al ver el horizonte cuando se encontraba en su balcón contemplando el atardecer.
Érase una vez una princesa valiente cuya única alegría era sentarse frente al mar y recibir la brisa del viento oceánico como si fuese el milagro más puro que existiese. Dentro de sí sentía que su fortuna estaba navegando la última estela, cuyo reflejo iluminase el sol, que ella supiese alcanzar al ver el horizonte cuando se encontraba en su balcón contemplando el amanecer.
Cuenta la leyenda que ambos un día decidieron cumplir su destino y entregarse a su fortuna. Y siguiendo el brillo de la gran astro a través de las nubes: Se encontraron frente a frente... ante un río tornasolado de todos colores. En la cima de una montaña. En medio de un manantial cristalino color jade diamante y adornado por un bosque color esmeralda rubí. Fue así que ambos supieron, tan sólo con una mirada, cuánto se amaban. Sin habla ni palabra. No necesitaron más que tomarse de las manos para saber que el amor era el único milagro que cumple la felicidad.
Y tú... ¿confías en los milagros?
Sábado...
lleno de Luna
y magia de tortuga.
¡Hasta mañana!
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