domingo, 14 de octubre de 2007

cuentos de Planck y Max

Esta era una escuela en medio del bosque, pinos y césped por doquier. Caminatas por la montaña, clase de música con canciones "protesta"... letras traducidas de Los Beatles y Pink Floyd en español, con el profesor exigiéndonos golpear los pupitres "hey, teachers, déjennos en paz"... Cuando el desorden imperaba, llegaba el profesor "mago", con su voz bajita, a hablarnos del tiempo, el infinito, el sol y las estrellas. El día de muertos amasábamos nuestro propio pan y tomábamos una deliciosa "colada morada". Entre las actividades destacaba el ajedrez, la puesta en escena de obras de la autoría y dirección de los niños. Coreografías y baile, igual. La clase de mate, imponderable. Y el profesor de castellano obligábanos con sus dictados a no volver a olvidar la ortografía, la buena sintaxis y el uso del vocabulario. Con exceso de "empoderamiento" (ahora que está tan de moda) éramos dueños de espacios y discusiones económico-políticas de todo tipo (en aquel entonces, los temas eran la deuda externa, Reagan, Pinochet, los horrores de Centro América, la Argentina secuestrada y por sus Malvinas amenazada, Fidel y su Cuba libre, las venas abiertas y la promesa de una America Latina unida para contender al fantasma imperialista) Precozmente, intuíamos cierta paradoja en nuestras argumentaciones. Reflexionábamos y hablábamos mucho, de nosotros mismos y de nuestra vida en ciernes, cuestionándonos unos a otros. Nuestra opinión era respetada y teníamos derecho a expresarla, sin percatarnos al respecto. Juntamos filas para hacer la huelga del lápiz caído y hacíamos cola en la puerta del director para plantearle las ineficiencias de su modelo educativo.

Los anhelos de una cultura ambiental y la conciencia crítica dominaban todo el espacio de nuestra niñez. El imperativo de un mundo nuevo y mejor nos fue contagiado por nuestros sesenteros predecesores. Y entre pares, aprendíamos los entramados de la disputa por el poder, como ejercicio de vida que nos enseñaba, en carne propia, la importancia de la ética y el valor de la dignidad humana. Nos criamos libres.

Muchas veces fue una experiencia desconcertante, el deseo de ser normal e igual al resto nos invadía con rebeldía, dando por sentado ese espacio que, lleno de imperfecciones (algunas afortunadas), nos brindaba una condición de excepción. Tuvieron que pasar los años para, realmente, llegar a comprender que lo que ahí un día vivimos fue un lujo, un privilegio de vida.

Una isla de tortugas mágicas que nos dejó cercanos para siempre. Hace años disgregada pero que cada día nos une más. Ya no es la ideología lo que nos identifica, en realidad, es una forma de vida, un modo de mirar, un sentir, lo que nos hermana más allá de años y dispares geografías. Diferentes nos sabemos iguales y, entre los diferentes, nos identificamos más semejantes con quienes compartimos en aquel territorio mágico.


Y tú ¿quieres compartir tu territorio mágico?

Hasta mañana...

FELIZ CUMPLEAÑOS A MIS MÁGICAS TORTUGAS DEL 14 Y 15 DE OCTUBRE, QUIENES ME BRINDARON LAS PRIMERAS PALABRAS EN AQUEL COLEGIO DE ENSUEÑO Y REVOLUCIONES
GRACIAS.


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