martes, 9 de octubre de 2007

olvidos y premura

Mis queridos lectores, esta mañana me quiero disculpar por mi ausencia de los últimos tres días. Precisamente, el viernes hablaba con un viejo conocido y nuevo amigo, quien me dio el recuento de los días que no había escrito en este espacio, tras mi afirmación de que todos los días escribo algo diferente... como si ante su cuestionamiento mi letra hubiera enmudecido... Quizá me enmudeció más nuestra charla... inesperada y conmovedora... que como llave inspiró el desenlace de mi amigo el lobo marino y me regaló un respiro de paz.

En realidad, la razón de mi falta es que tuve misiones laborales impostergables... gratas e interesantes... pero que me raptaron de mi nido toda la jornada. Además... debía prepararme para un examen y el tiempo resultó corto pues irrumpió la urgencia laboral. Afortunadamente, llevaba tiempo con la preparación del examen, aún así... el olvido apremió.

Los exámenes son un enigma, en lo personal, conforme pasan los años pierdo habilidades para responderlos con éxito y prontitud, mientras más estudio, más torpe me vuelvo en estos menesteres. Durante mi infancia lo hacía imperceptiblemente y no tuve dificultades. Lo mismo en la secundaria y en la prepa. Ya para ese entonces era renuente, prefería otro tipo de evaluaciones en las que pudiera concentrarme más a fondo. He desarrollado diferentes capacidades y, a medida que pasa el tiempo, menos me motivan este tipo de ejercicios. No por falta de dedicación, más bien, por falta de predecibilidad en aquello que esperan que uno responda. Muchas veces, comprendo la pregunta y hallo la solución horas después de terminado el examen. O al día siguiente, al despertar, lo que debí haber contestado es la primera idea que llega a mi mente. Lamentablemente, nada de esto cuenta, hay un tiempo y un espacio para saber la respuesta...

Cuando estaba realizando mis estudios de maestría, tuve que vencer muchas de estas dificultades y presentar infinidad de exámenes. Una de mis enseñanzas, en ese sentido, es que muchas veces no se trata de comprender, incluso tampoco de saber con precisión los datos requeridos. En gran medida, el éxito o fracaso de estos ejercicios depende de otro tipo de entrenamiento y habilidades. Es un entrenamiento en asertividad, eficiencia, capacidad de reacción, seguridad en uno mismo, predictibilidad de respuesta esperada. Todas éstas, altamente, correlacionadas con la manifestación de ansiedad, stres y tensión, ante un evento que trazará aspectos importantes en la vida de una persona. Estos requerimientos, y limitaciones del proceso de examinación, no, necesariamente, se contraponen con la comprensión y el conocimiento de información pertinente. La primera, más ligada al desarrollo de competencias, y la segunda, a la documentación memorística. Pero sí son un componente esencial, a veces subestimado.

Y ¿cómo me fue en el examen? Realmente, no lo sé. Yo de todos modos lo disfruté... como ejercicio de reflexión, de autodiagnóstico, de precisión de ideas... eso me gusta mucho de los exámenes, son una experiencia que antes de dar cuenta de lo que sabes te hace aprender de lo que olvidas o no puedes contestar. Te hacen pensar en aquello que sabes y no siempre piensas en cómo expresarlo. Después de equivocarte en un examen, eso en lo que te equivocaste no se te vuelve a olvidar...entonces... realmente lo sabes. Tras meditar y reflexionar la respuesta y desarrollarla adecuadamente, también.

En realidad, los exámenes son un medio, no un fin en sí mismo. En vez de condicionar eventos, tendrían que poder ser facilitadores de que dichos eventos se susciten. Más que ser un requisito, podrían cumplir una función diagnóstica, que abriera camino a los pasos pertinentes a seguir por cada quien. Motores de aprendizaje y crecimiento.


Y tú ¿qué no sabes?


La MAGIA DEL PAY, la HAZAÑA DE LA ARAÑA y la LUZ DEL SABER... los esperan.

mlojiux@yahoo.com

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